Que
se tocan, que se separan, que se rozan, púdica o impúdicamente.
Cuerpos
que se poseen, se rechazan, se aniquilan, se destrozan, suavemente, con furia,
aún sin pasión.
Pieles.
Pieles
que se rozan, se palpan, se tocan, se rechazan, se sienten.
Pieles
suaves, solventes, tranquilizadoras, amañadoras, pieles bajo las sábanas.
Fuera
de ellas, ásperas, reticentes, rechazantes, displicentes, disgregadoras,
propias de cuerpos ajenos que no quieren contacto.
Pieles
en cuerpos propios, pieles en cuerpos ajenos, pieles sin cuerpo, cuerpo sin
piel.
Estando
en casa, se siente el cuerpo, se siente la piel, si no hay hirientes silencios.
Saliendo
de ella, es como si el cuerpo se quedara, sin piel se quedara, no quiere ser
manoseado ni en calles ni en buses, es mejor mantener la distancia, esa que no
roza, que separa, que rechaza, que no siente, en permanente silencio hiriente,
no quiere ser saludado.
Afuera
no conmueve, no siente, solo resiente, porque carece de cuerpo, ha perdido la
piel, esa que roza con dulzura, que abriga con vigor, que amaña con esplendor,
que acompaña con candor.
Dentro,
es sólo piel que roza, abriga, amaña, acompaña, que desea, que permanece. Que
bajo sábana roza, abriga, incita, excita, permite, exige, seduce y acompaña.
Un hombre
no envejece cuando se le arruga la piel
sino
cuando se arrugan sus sueños y sus esperanzas.
Grafiti callejero
Foto: JHB (D.R.A.)
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