domingo, 23 de julio de 2017

CONVERSACIONES (AJENAS)

Las cosas no cambian; cambiamos nosotros. (1)

He de confesar que me encanta, mientras no hago nada, oír las conversaciones ajenas, en cafeterías, en buses, en la cola de un banco.  Será una especie de voyeurismo auditivo? En un principio pensé que podría ser una enfermedad mental, pero el doctor Google no informa nada al respecto y si no está en Internet, no existe, dice el mito.

Como sea, estaba en una cafetería, de hospital para mayor precisión. En la mesa al lado tres señoras de edad, abuelas para más precisión, unas más abuelas que otras, es decir, unas… ya me entenderán, pero todas ellas encopetadas. Por el contexto deduzco que se encontraron no hacía mucho tiempo, alguna vino a visitar a la otra por algún pariente enfermo, deduzco o coincidencias que da la vida.

A manera de ilustración, los personajes son: Señora 1. La mayor. (Debo aclarar que todas las señoras eran elegantes, como anoté, de las que uno presume montan en Mercedes, por si el dato ilustra o sirve para redirigir el chisme). Es preguntada por la señora 2, un poco menor que la 1, pero no mucho, unos cinco años de diferencia. Ah! La señora 3, la más joven de todas, de mi edad diría yo.

La escena transcurre, palabra más, palabra menos, de la siguiente manera:

Decía que la señora 2 pregunta a la 1: - Ole y tus hijos?

-                     No mijitaa, lo más de bien, divinamente. Todos muy bien casados y en sus puestazos (naturalmente mi imaginación se deja ir de a poco). Fulanito, en Australia, allá es presidente de yonosequé. La segunda, se fue para Argentina y allá vive con el marido que es presidente de sisecuando. El menor tiene tres especializaciones, dos doctorados, se casó con una niña lo más de bien, de la alta sociedad de Madrid (supuse que España, no Cundinamarca).

-                     Ah! Qué bien, dijo. Y tus nietos?

La palabra clave. Cambio de postura, iluminación de ojos, sonrisa radiante y comienza la función.

-                     Divinos, ni te los imaginas. La mayor, estudió (imagínense lo que estudio, la universidad de élite del caso, detalles que no me interesaban oír). Ahora está estudiando una maestría para irse a Londres para continuar con el doctorado. No mijita, ni te imaginas. Juega golf, experta en equitación, se ganó una beca…

Y así siguió detallando la vida y milagros de cada uno de sus nietos en el exterior, profesionales todos, el uno doctorado en artes en una universidad de Miami, el otro de los Andes con énfasis en Harvard -casi lo raptan los rusos por su genialidad-, los diplomas no caben en la pared, todos ellos eminencias, todos divinos.

Y le corresponde la exposición a la abuela 2, quien esperaba ansiosa su turno. Porque pareciera que se respetan el turno, aunque no el tiempo implícito asignado a cada una.

-                     No mijitas, divinos, esos chinos para qué, la estampa, qué preciosura. El mayor se gradúa de bachiller este año, todas las universidades de Europa están que se lo pelean, todavía no sabe por qué universidad optar. Quiere ser chef, pero aún no se decide entre París y… pobrecito, pero mientras tanto dedicado a su equitación, al polo y de vez en cuando al básquet. Mi nieta María, la hija de mi hijo Pedro, ni te cuento. Una figura, colosal. Dedicada al colegio, es la mejor de todo el colegio, todo el mundo tiene que ver con ella, ni te lo imaginas. Dedicada al francés y al alemán. Una gimnasta incomparable, no, ni te cuento.

Y así sigue el discurso.

La abuela 3, graduada hacía poco en ese estado, es decir, abuela primeriza, los ojos más radiante, no cabía de la emoción poder hablar de su nieto nacido en Noruega.

-  No, dichosa, más que dichosa, la muchachita más hermosa que haya nacido en este mundo y no es porque sea mi nieta; ya va para los tres meses, no, no, no, que chinita tan supremamente inteligentísima (entre abuelas se valen los superlativos no importa la precisión en su uso). La metieron a natación, ni te la imaginas como bucea de divino y están pensando los papás en meterla desde ya en un curso de reafirmación de personalidad (creo que fue que dijo o al menos eso deduje).

Y patatín y patatán, cada una alabando el ego familiar. Tanto que en una parte de la conversación apareció mención a algún perro que creo que salió más inteligente que yo.

Sí, tal vez exageré un poco, me dejé ir por la emoción, pero todo me lleva a pensar hasta dónde se llega en el exceso de alabanza tratándose de la familia, relucen títulos, bellezas que uno no sabe si son ciertas pues son vistas por los ojos de abuela (quienes lo sean ya entenderán). Me preguntaba, quiénes son realmente las personas descritas? Y adicionalmente me pregunté también y quiénes son las abuelas? Ya supimos los superlativos de su familia íntima, pero sólo describieron lo que creen que son ellos, su conversación apuntaba a lo que no son ellas, es decir ellas eran a través de ellos, pero no pude determinar quiénes y qué eran ellas. En cuanto bellezas, creo que lo más bello que tenían las abuelas eran los Mercedes y si la genética era por ahí… (una voz me frenó y dijo: muérdete la lengua Juan, porque hijos y nietos, son lo más divino que hay. Solo pude pensar: o al menos eso piensan, pobrecitos!) En algún momento una de ellas, describiendo el sitio en donde vivían, me pareció cómico que hubiera descrito que era como vivir en la vecindad del Chavo (no por el estrato, naturalmente) sino porque todos cohabitaban y se conocían y se apoyaban entre ellos –aparentemente-. (Me muerdo nuevamente la lengua).


Para concluir, con la familia todo es subjetividad, jamás podrá haber objetividad en las apreciaciones y se alaba lo que son los otros, no lo que es uno, más cuando uno dejó de ser por estar alabando lo que son los otros, no uno.


Foto: JHB  (D.R.A.)


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(1) Henry David Thoreau

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