miércoles, 12 de julio de 2017

DESTILANDO NOTAS AJENAS

Dicen que del odio al amor hay un paso; el viceversa también aplicará o aplican restricciones y se requiere más de un paso? Iniciemos con temas de actualidad (no, tranquilos, no es sobre corrupción, ese es otro tema aparte). Leo en el Espectador:

Me resisto a esta sobredosis de odio que nos está envolviendo.

Como esos tifones oscuros que vemos en las fotografías que van arrasando todo, volando techos de casas, elevando automóviles. Los llaman tornados y en la Costa “culoepollos” cuando son más pequeños.

El huracán del odio nos tiene atados, inmovilizados, paralizados. Se cuela por todas las rendijas. Se respira en el aire, asfixia, corta el oxígeno. Estamos como esas bombas de hidrógeno a punto de reventarse, como los cilindros de gas al lado de un fósforo prendido. Estamos cercados por todos lados y a lo lejos no se vislumbra ni un rayo de luz.

Por lo menos yo no lo veo y, por más que trate de escaparme, no lo logro. Me siento un títere manejado por cuerdas oscuras y desconocidas en un escenario gris ante una audiencia oscura como la boca de un lobo y sin libreto liberador. (1)

Y nos enfrentamos también a otra dosis de actualidad (que sí, ese lleva a la corrupción, pero es tema aparte). Es la mentira del diario vivir, a la que nos hemos acostumbrado, a la que estamos sometidos.

Sin eufemismos: al pan, pan, al vino, vino y cuando se dicen mentiras así se llaman: ¡mentiras! Pero pareciera que nos gustan los rodeos y las palabras bonitas para nombrar lo innombrable. Con las nuevas formas de comunicación en redes sociales, que en buena hora han democratizado la información, han surgido términos nefastos como ese de la “posverdad”, que le queda grande a una realidad que es más sencilla: si lo que se dice no es cierto, es una mentira. Pero ahora se habla de “hechos alternativos” para describir lo que nunca ocurrió o para tergiversar aquello que sí ocurrió y mostrarlo como algo distinto.

Las palabras tienen mucho poder y elevar la mentira a la categoría de “posverdad”, dándole un estatus que no tiene con ese término rebuscado, no ayuda a entender los hechos que hoy muchos ven solamente en una pantalla. Son trozos de realidad que nos llegan en instantes en frases, videos, fotografías, muchos de los cuales son contundentes mentiras: imágenes retocadas, tomadas de otros países u otros momentos, trinos falsos, cifras amañadas, calumnias, denuncias de agresiones que no existieron y una lista interminable de mensajes que deliberadamente se ponen a circular con el fin de dañar a alguien y obtener ventajas de cualquier tipo. Hay asesores de comunicaciones que ofrecen en sus paquetes usuarios falsos de redes sociales y garantizan campañas de desprestigio de los oponentes basadas en mentiras o en verdades a medias, que es otra forma muy usada para desinformar y agredir. Lo peor es que muchos de esos seguidores de Twitter o Facebook, que se sienten muy críticos y bien informados, son los idiotas útiles de quienes encontraron muy fácil el lado débil de las redes para sacarles provecho a las herramientas modernas.(2)

Resalto. Aunque debería resaltar todo el artículo.

Y al lado del odio y la mentira, aparecen un sinfín de cosas ilógicas que lleva al ser humano a ensimismarse, porque no hay opción.

Pero de eso se trata la fe: de suprimir la lógica y la razón. De no pensar. La fe es la palabra que se utiliza para celebrar como una virtud la creencia en acontecimientos inverosímiles, siempre y cuando repitan lo que dice una institución o una figura de autoridad. Usted lo cree o no lo cree. Si lo cree, es de los nuestros; de lo contrario, es un apóstata y merece desconfianza, en el mejor de los casos.(3)

            Amén!

Imagen tomada de Facebook




[1] Sobredosis Aura Lucía Mera http://www.elespectador.com/opinion/sobredosis-0
[2] Yolanda Ruiz. No es “posverdad”, es mentira
[3] Santiago Villa Las travesuras de los pastorcitos y la Iglesia de Roma http://www.elespectador.com/opinion/las-travesuras-de-los-pastorcitos-y-la-iglesia-de-roma-columna-694001

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