Dicen que del odio al amor hay un paso; el viceversa también
aplicará o aplican restricciones y se requiere más de un paso? Iniciemos con temas de actualidad (no,
tranquilos, no es sobre corrupción, ese es otro tema aparte). Leo en el Espectador:
Me resisto a esta
sobredosis de odio que nos está envolviendo.
Como esos tifones oscuros que vemos en las fotografías que van arrasando
todo, volando techos de casas, elevando automóviles. Los llaman tornados y en
la Costa “culoepollos” cuando son más pequeños.
El huracán del odio nos tiene atados, inmovilizados, paralizados. Se
cuela por todas las rendijas. Se respira en el aire, asfixia, corta el oxígeno.
Estamos como esas bombas de hidrógeno a punto de reventarse, como los cilindros
de gas al lado de un fósforo prendido. Estamos cercados por todos lados y a lo
lejos no se vislumbra ni un rayo de luz.
Por lo menos yo no lo veo y, por más que trate de escaparme, no lo
logro. Me siento un títere manejado por cuerdas oscuras y desconocidas en un
escenario gris ante una audiencia oscura como la boca de un lobo y sin libreto
liberador. (1)
Y nos enfrentamos también a otra dosis de actualidad
(que sí, ese lleva a la corrupción, pero es tema aparte). Es la mentira del
diario vivir, a la que nos hemos acostumbrado, a la que estamos sometidos.
Sin eufemismos: al pan, pan, al vino, vino y cuando se dicen
mentiras así se llaman: ¡mentiras! Pero pareciera que nos gustan los rodeos y
las palabras bonitas para nombrar lo innombrable. Con las nuevas formas de
comunicación en redes sociales, que en buena hora han democratizado la
información, han surgido términos nefastos como ese de la “posverdad”, que le
queda grande a una realidad que es más sencilla: si lo que se dice no es
cierto, es una mentira. Pero ahora se habla de “hechos alternativos” para
describir lo que nunca ocurrió o para tergiversar aquello que sí ocurrió y
mostrarlo como algo distinto.
Las palabras tienen mucho poder y elevar la mentira a la categoría
de “posverdad”, dándole un estatus que no tiene con ese término rebuscado, no
ayuda a entender los hechos que hoy muchos ven solamente en una pantalla. Son
trozos de realidad que nos llegan en instantes en frases, videos, fotografías,
muchos de los cuales son contundentes mentiras: imágenes retocadas, tomadas de
otros países u otros momentos, trinos falsos, cifras amañadas, calumnias,
denuncias de agresiones que no existieron y una lista interminable de mensajes
que deliberadamente se ponen a circular con el fin de dañar a alguien y obtener
ventajas de cualquier tipo. Hay asesores de comunicaciones que ofrecen en sus
paquetes usuarios falsos de redes sociales y garantizan campañas de
desprestigio de los oponentes basadas en mentiras o en verdades a medias, que
es otra forma muy usada para desinformar y agredir. Lo peor es que muchos de
esos seguidores de Twitter o Facebook, que se sienten muy críticos y bien
informados, son los idiotas útiles de quienes encontraron muy fácil el lado
débil de las redes para sacarles provecho a las herramientas modernas.(2)
Resalto. Aunque debería resaltar todo el artículo.
Y al lado del odio y la mentira, aparecen un sinfín de
cosas ilógicas que lleva al ser humano a ensimismarse, porque no hay opción.
Pero de eso se trata la fe: de suprimir la lógica
y la razón. De no pensar. La fe es la palabra que se utiliza para celebrar
como una virtud la creencia en acontecimientos inverosímiles, siempre y cuando
repitan lo que dice una institución o una figura de autoridad. Usted lo cree o
no lo cree. Si lo cree, es de los nuestros; de lo contrario, es un apóstata y
merece desconfianza, en el mejor de los casos.(3)
Amén!
Imagen tomada de Facebook
[1] Sobredosis Aura Lucía Mera
http://www.elespectador.com/opinion/sobredosis-0
[2] Yolanda Ruiz. No es “posverdad”, es
mentira
[3] Santiago Villa Las travesuras de los
pastorcitos y la Iglesia de Roma http://www.elespectador.com/opinion/las-travesuras-de-los-pastorcitos-y-la-iglesia-de-roma-columna-694001
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