jueves, 20 de julio de 2017

DESFILE DEL 20 DE JULIO



Nada de eso es extraño porque así acabará escribiéndose la historia de Colombia: con rumores, imprecisiones, vaguedades, chismes callejeros que son un obstáculo para reconstruir la verdad. (1)

He de confesar que la imponencia de esos desfiles ha dejado destilar un poco de mi patriotismo, goteo orgásmico al sentir el himno nacional tocado por bandas de guerra. De los recuerdos del pasado, en que de alguna manera tuve contacto con militares, pues he de confesar que también me picó el bicho militar.

Pero… en mí siempre hay un pero. En este caso, los militares (incluyendo y siendo incluyente los policías, a pesar de que entre ellos mismos no se soporten). La parafernalia militar. Con sus eternos discursos que hablan de “la bravura de sus hombres”, “entrenados por los mejores expertos extranjeros”, “audaces combatientes nocturnos”, “decididos guerreros que no le temen a la nada!”, “guardianes y protectores de nuestras fronteras!” y así el discurso del desfile.

Siempre me lo he preguntado, si son los berracos de este mundo, con las mejores armas de este mundo, con la tecnología de punta que apunta, por qué, sólo por qué nunca pudieron contra tres o cinco mil pendejos que hacían la vida imposible en este país?

Y todo se resumía a dos aspectos, cobardía e intereses. Cobardía porque no tenían cojones quienes mandaban para tomar decisiones. Lo más importante para un militar –e incluyo a los honrados policías-, es escalar ojalá sin aspavientos, haciéndose el pendejo, o si no que lo digan aquellos que fueron galardonados como los mejores policías del mundo, por ejemplo –y de ellos hay muchas historias-. Que no se puede porque la Procuraduría, que lo que pasa es que mi general, es más el ministro dijo… siempre una disculpa, a conveniencia. Y por eso es que los militares tienen un idioma secreto, que habla tan bajo que a duras penas se entienden entre ellos. Y así se notó con el proceso de paz, los activos temiendo perder el puesto y seguro sacrificarán a los de abajo, para mantenerse ellos y los de abajo, por lo bajo rumiando su desgracias contra los de arriba, cuando no contra los de más abajo. Los retirados, dándoselas de gallito fino cuando en su momento tampoco pudieron serlo.

Y efectivamente, ellos tienen su idioma particular. El conducto regular, cuando toca, pero en lo posible nada que afecte su seguridad… personal de ascenso. Y el otro conducto, en donde se habla bajo, donde todo es posible pero responsabilidad de nadie. Si alguien tiene un militar familiar pueden indagarlo, averiguarlo, preguntarlo, tal vez quede en la duda, pero ante el susurro de mejor déjelo así, ya están hablando en su temerario idioma. Ellos son así.   

Y los interesados en la guerra, los comerciantes de la guerra –particulares y sobornados en gobierno y militares tras el interés, no de la patria, sino de sus propios bolsillos-, esos comerciantes que no tienen claro –o lo tienen muy claro, a conveniencia- la ética y la moralidad social. Ellos son así.

Y nosotros, los invisibles, los que podemos ser los daños colaterales de estas guerras, de interés y de cobardía, somos sin duda alguna, los actores de una guerra invisible.

Y yo, sigo preguntándome, con tener el mejor el ejército del mundo, según lo proclaman las autoridades, cómo no han sido capaces de doblegar ahora a unos cuantos pendejos que persisten en la guerra?

Me quedaré con el cantaito cetrino y tristón:
 Saludo adorada bandera que un día
batiendo tus pliegues allá en Boyacá
sellaste por siempre la lucha bravía
de un pueblo que ansiaba tener libertad. ¡si!
de un pueblo que ansiaba tener libertad

y también recitando con cara de desesperanza, tristeza e incredulidad:
 Colombia patria mía
Te llevo con amor en mi corazón
Creo en tu destino y espero verte siempre
Grande, respetada y libre.
En ti amo todo lo que me es querido
Tus glorias, tu hermosura, mi hogar
La tumba de mis mayores, mis creencias,
El fruto de mis esfuerzos y la realización
de mis sueños.
Ser (según arma, policía o militar) tuyo
Es la mayor de mis glorias.
Mi ambición más grande es la de llevar
Con honor el título de
Colombiano
Y llegado el caso,
¡MORIR POR DEFENDERTE!

Pa’ jodete (diría mi tía!). Y paro acá, esperando el próximo 20 de julio, tal vez logre emocionarme un poco más.


Tomada de El Tiempo. Edición 20 de julio de 2017




[1] Juan Gossain. Hablemos con franqueza: Lo del 20 de julio fue una revolución o una pelotera? El Tiempo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario