No me gusta ahogar a un hombre que no sabe
nadar. (1)
Un nuevo
eufemismo de lo que antaño fue el prójimo, tal vez para diferenciarlo, para
hacerlo diferente, para que se sienta el otro.
Simplemente
impersonalizándolo aún más. Son los cambios idiomáticos que ciertos
especializados dan para darle mayor o menor fuerza al concepto, a la palabra,
aún para que resulte insultante.
Parece que debe recordarse
que hay que amar al prójimo, no al otro. No es un igual ni siquiera par entre
sus pares, simplemente es el otro que no merece la caridad, dirían quienes
inventaron el concepto, aún fuera de contexto.
El otro es
diferente, suena diferente, resulta diferente. Se diferencia y se trata
diferente y se le da el trato con indiferencia, porque es el otro, no el
prójimo.
Los sociólogos y
expertos sabrán por qué es el otro, ellos se inventaron el término, el
despectivo. No yo. No entiendo de esas significancias y entre más extravagantes
sean las palabras que usen para demostrar la sapiencia, menos las entiendo, más
me pierdo.
Y es más, yo soy
el otro para otros. Ya los pronombres no son los que eran, ahora apareció el
otro. Ni siquiera es él, si acaso será ese, pero no él. Pronombres que
discriminan, con los que son discriminados. Ni tan siquiera el migo y el sigo
logran aceptar al otro, porque cuando es el otro, simplemente es eso, esotro,
el otro. Ni yo, ni tú, ni él, ni nosotros –porque no somos incluyentes-, el
vosotros ya ni se usa por estas tierras y ellos, al menos tienen personalidad,
son pronombres, pero y los otros?
El otro me suena
a impersonal, al diferente, del que hay que cuidarse. Es el indeterminado, tal
vez como ellos y aún como él, que es pronombre cuando es despectivo. El otro ha
de tener sinónimos, pero se les negarán, porque son otros, en plural y muchas
veces, el plural no quiere ser singularizado y viceversa, es decir, al revés.
El otro, ese, él,
indeterminados que pretenden ser más de lo que son, pero resultan ser menos de
lo que pensaban.
Despectivo, menos
preciado y hasta menospreciado, el diferente. Ese es el otro, pero qué pensará
el otro de mí? Seré yo el otro para él?
Las palabras como
ven, envenenan, llevan veneno, díganmelo a mí!
Y sí, el gamín,
el reciclador y el drogadicto, entre otros, adquirieron personalidad, pasaron a
ser el otro, gracias a los conocedores a los que les gusta el eufemismo. Son
esos todos otros a los que preferimos no ver.
Mientras, los otros
están autorizados para ser otros, pero nosotros no, nuestro ego no permite ni
admite ser el otro, preferimos el eufemismos, preferimos ser yo o tú y aún él,
con todo y tilde, pero no el otro, porque no nos gusta, no queremos ser
reconocidos como tales. Será porque la Biblia habla del prójimo y no del otro?
Pero aún así subsiste el otro otro.
Mucho juego de
palabras y todo gracias a la diversidad! Y si quiere saber qué quiere decir
eso, pregúntele a otro que no es el otro del que traté aquí.
Foto: JHB (D.R.A.)
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(1) Julia Navarro. Historia de un canalla
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