Llevan a Dios en
su corazón y al demonio en sus pensamientos.(1)
Fui criado bajo la influencia del
pensamiento gringo, porque todo lo gringo era bueno, lo demás era malo,
pecaminoso o siniestro, como el comunismo, los cubanos, los protestantes y
hasta los gitanos. De allí que mi pensamiento siempre tendrá al menos un gramo
de malquerencia hacia determinados temas, debido al lavado cerebral que desde
niño me hicieron.
Antiguamente, al menos eso aprendí, cada
pueblo dirigía sus pasos hacia el lugar que determinaran sus jerarcas. Con el
tiempo vi que la autodeterminación, tan bellamente labrada en constituciones y
tratados, es un mero juramento a la bandera, al cual no hay que hacerle
caso.
He sido testigo de guerras e invasiones,
de Corea, Vietnam y todas las modernas, en todos lados del planeta y siempre
los mismos, de un lado los rusos –apoyando la libre determinación de los
pueblos- y los gringos y sus aliados –apoyando la libre determinación de los
pueblos.
No sé cuántas guerras han pasado y ya,
como es normal -y como mí no me han tocado-, pasan como noticia vista en la
lejanía, la tal guerra del golfo, la del desierto, la de los siete días. Algunas,
por el eufemismo gringo, llamadas conflictos, invasiones para asegurar la
democracia o qué se yo.
Han sido guerras distantes para mí, aún
la interna contra la guerrilla y el narcotráfico. He sido un simple lector
impávido e impasible de la noticia que la hace desaparecer al voltear la
página. Y con mayor razón cuando los tratados internacionales son ahora simples
papeles cuya utilidad llega hasta cuando me conviene, de resto, se rompe el
papel y se retira uno del compromiso, así no más, sin remordimiento ni rubor. Y
puedo citar un mero ejemplo, el caso San Andrés, se pusieron a torear al
novillo y como no salió como querían… eso ya es historia.
Pero continúo con la idea. Las guerras
actuales. Antes al parecer en ellas había más honor y hasta un código, aunque
siempre he sostenido que tratándose de una pelea, no hay reglas, defiéndase
como pueda, a pesar de que suene a contradicción y de serlo, es la
contradicción en la que vivo. Una guerra no nace por la búsqueda de la bondad
humana, de la protección de los menos favorecidos, a pesar de que ese sea el
escudo que se utiliza para ambientarla ante la opinión pública. Hoy sabemos que
las guerras se arman por el interés –económico, sobra decir- de alguien que
quiere algo que no es suyo y que tampoco pudo comprar o quitar buenamente, si
el término es posible.
«Una cosa es
que Bush haya usado el atentado como pretexto para una guerra que quería lanzar
desde hacía rato. Otra cosa es que haya permitido la muerte de tres mil
civiles».
«Justamente, eso es lo que parece. Parecen cosas distintas. Éste es el gran
éxito de esta gente: hacernos creer que van separadas cosas que en realidad
están bien juntitas. Hoy en día, sólo un ingenuo cree que la princesa Diana
murió en un accidente».(2)
Irán, Irak y ahora Siria –aunque ya
lleva años y solo por citar algunos-. Democratizar pueblos a la brava? Porque
así lo dicta occidente, a pesar de que el occidente es el oriente de los
orientales, ahora que lo pienso (Falta
que diga que todos los orientales son occidentales de alguien? Me oigo
pensar). Sin pensar que en Europa hay monarquías, pero como son democráticas,
son buenas monarquías. Y detrás de cada guerra, mercenarios (porque ya los
gringos consideran que así debe hacerse, para lavarse las manos por lo que
salga mal y los excesos son culpa de los privados que contrataron) con lo que
se sienten autorizados para hacer todo tipo de bestialidades. Y la destrucción,
porque después de la destrucción viene la construcción y eso da plata, la una y
la otra. Y el sometimiento de un pueblo, como sea que no pudo autodeterminarse,
porque el actual contrato social dice que el mundo está dividido y las grandes
decisiones las toman los gringos y sus aliados, los rusos y ahora los chinos y
no sé quién pudo firmar ese contrato social, pero cada uno de ellos se siente
debidamente autorizado para hacer y deshacer en nombre de otro, no solo dentro
de su casa sino en la casa ajena, la que teóricamente cuidan porque no pueden
autodeterminarse (Excusas las hay, es que
es la bobita de la casa, es que ella no sabe, es que, es que…) .
Y hoy sí me dio piedra. Cómo así que don
Trumph se levantó berraco y ordenó dispararle a Siria, porque sí y sus aliados
aplaudieron la decisión, sin consultar con nadie –bueno preguntándole a
franceses, ingleses, alemanes y por cumplir a otro alguien, que si no les
molestaba que ordenara una ofensiva que esquetengounasarmasporahí
confechadevencimiento, antesdequelaspierda-. Y transcribo: Que el presidente Trump tenga o haya
tenido relaciones con prostitutas, incluidas las rusas (“las mejores del
mundo”, según Putin), vaya y venga, pero que, como sus antecesores, interfiera
en los asuntos internos de otros países, y, como si fuera poco, viole sus
soberanías y bombardee a su amaño sí es un irrespeto a la autonomía de las
naciones. Bombardear a Siria, sin mediar al respecto resoluciones de las
Naciones Unidas, es una violación del derecho internacional. Pero, como siempre,
no pasa nada, porque al imperialismo ¿quién lo ronda? (3)
Y me dio piedra porque a quienes deciden
les tiene sin cuidado la gente de a pie de la respectiva nación, que podía
autodeterminarse, pero ya no. Y pensé, poniéndome en los zapatos de las
víctimas, sentir que sobre la cabeza de uno, aún adormilado –porque no se suele
hacer a la luz del día- empiezan a caer bombas y uno sin poder saber para dónde
coger, ni qué hacer y menos saber qué les pasó a sus allegados que no vivían
junto a ellos. Y ver cómo sus bienes se evaporan y nadie responderá; ver cómo
la gente cae al lado de uno y nadie responderá; y esperando a que caiga una
nueva lluvia de bombas, sin saber si alguna de ellas tiene escrito el nombre de
uno o de un allegado.
Y eso me dio piedra, saber que un
hijueputa loco está autorizado para hacer todas las barbaridades del mundo y no
pasa nada, los muertos y las posesiones destruidas, los vaciados y a quienes
les toca llorar sus muertos no se explican por qué un hijueputa en la lejanía
decidió por Dios, si es que existe.
Por Siria, me dio piedra.
No había hecho mal a nadie, Dios no tenía por qué mandarle pasar por
ninguna prueba. Si Dios existe, su crueldad es infinita.(4)
De Facebook(5)
(1) Gary Jennings, Robert Gleason y Junius Podrug. Sangre azteca.
(2) Juan Gabriel Vásquez. La forma de las
ruinas.
(3) Reinaldo
Spitaletta ¡Fuera bombas! El Espectador. https://www.elespectador.com/opinion/fuera-bombas-columna-750467
(4) Julia Navarro. La biblia de barro.
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