Yo era un pillo con la voz de un mendigo, el alma de un
ladrón y el corazón de una puta del puerto.(1)
En dos días cambió el chip, aunque para ser
precisos, nada cambió en este país. De la polarización, del matoneo, de la
grosería, del abuso de redes, de la radicalización que vivimos en la política,
pasamos al del fútbol.
He de
advertir que no me gusta el fútbol, no me gusta verlo porque lo considero una
pérdida de tiempo. Lo mismo me pasa con la política. Por eso mis comentarios,
pretendiendo ser objetivos, están cargados de subjetividad.
Colombia en
el mundial. Y de entrada perdió. Por la hora de emisión decidí verme el
partido, para ver a la gloriosa, a la inconfundible, a la eterna Colombia en un
mundial. Lo único que vi en ese partido fue pata, a la lata! Ver cómo ese deporte
cada día se reduce al empujón, a la zancadilla, a la trampa para coger el balón
sin que el árbitro se dé cuenta y si se da cuenta, poner cara de cordero
degollado, de yonofui –tan común en el colombiano cuando se ve descubierto-.
Tal vez por eso dejé de ver fútbol, en cualquiera de sus versiones. Parece que
lo ideal es quedarse con el balón a cualquier costo. Entiendo que ahora se
entrena para hacer la pantalla, la del caído porque se le acercaron, de caer
junto al herido que fue herido por el otro, de hacerse el sufrido al no tener
cojones para aceptar la barbaridad cometida. Y ninguno de los actuales llamados
crack se salva. Vi al famoso James meter la pata contra el contrario, con
alevosía y mala fe y no fue el único. Si se dan cuenta, ahora los entrenamientos
se reducen a cómo hacerse el herido cuando conviene, a mandar el empujón, el
pisotón, la patada sin que se dé cuenta el árbitro y si se da cuenta a hacerse
el yonofui, fuesinculpa, nolovi, como
excusa a la arbitrariedad que a conciencia cometieron, repito.
Eso es lo que también ven los niños y
pretendemos tener un mejor país, dando ese ejemplo. Todos esos niños que
olvidaron quién era Bolívar, cuál la historia de su país, pero que recitan
todos los equipos del mundo, a todos sus jugadores, los goles obtenidos, los
tiros de penal hechos, los zaques de esquina, minuto a minuto y a esos se les
aplaude por lo sabidos, por lo precoces. Y ni qué hablar de los espectadores:
todos son directores técnicos, todos ellos que casi nunca han cogido un balón
son expertos dando consejos, criticando e insultando a la pantalla, porque no
puede ésta defenderse. A eso nos hemos reducido. En política y en fútbol, todos
expertos desde la barrera y todos autorizados para insultar al que no esté de
acuerdo con ellos.
Esta es la radiografía de un país, sin
mencionar los incidentes bochornosos que una serie de estúpidos –no les cabe
otro apelativo, me digo- cometieron en el exterior.
En nuestra época de tabletas y teléfonos inteligentes todo el
mundo tiene una cámara en la mano todo el tiempo, y no hay escándalo ni suceso
público, por inocuo que sea, capaz de escapar a esos testigos de oficio que
todo lo ven, esos ubicuos chismosos digitales que todo lo filman y todo lo
hacen disponible inmediatamente en las redes, solícitos pero inescrupulosos,
indignados pero indiscretos.(2)
Imagen de Facebook. IMG-20180619-WA0016.jpg
(1) Gary Jennings, Robert Gleason y
Junius Podrug. Sangre
azteca.
(2) Juan
Gabriel Vásquez. La forma de las ruinas.
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