El sentimiento de humillación, el
resentimiento, la insatisfacción sexual, el complejo de inferioridad: ahí tiene
los motores de la historia…(1)
No sé
si mi voto está maldito. Siempre que me toca votar, pierde por el que voto o
por lo que voto. Y digo me toca, porque lo tomo como obligación para llevar la
contraria, por tratar de seleccionar lo que me parece correcto o porque así me
lo dice mi lógica o simplemente como una forma de sentar mi protesta o inconformidad.
Aunque después de esta experiencia creo que dejaré de pertenecer a la
democracia y dejaré de hacer uso de mi sagrado derecho al voto porque lo que ya
he visto es suficiente, para mi salud mental.
Pero no
me desvío. El sino de mi vida de animal político es el de perdedor, qué le
vamos a hacer, ya me hice a la idea y lo que fue, fue.
No
estaba de acuerdo con la mayoría de las preguntas anticorrupción, así lo
expliqué en otra oportunidad, leyes es lo que hay para combatirla, lo que hace
falta es gente decente que las aplique y que el corrupto tenga penas ejemplares,
no solo de cárcel sino sociales (lástima que no exista la pena de muerte).
El
umbral era demasiado alto (tal vez por eso se hizo así la ley que regula la
consulta). Creía que la decencia no se sometía a consulta. Pero como fuera, vote
simplemente para dar mi voto de opinión, si es que de algo valía, aunque con mi
sino, tampoco atino con ese tipo de voto.
La
cuestión es que se perdió. Si somos honestos debemos aceptar la situación tal
cual es, sin explicación de por qué se perdió, por qué no se ganó, el resultado
es el que vale dentro de la democracia. El dejar de aceptar la pérdida con
multitud de excusas es síntoma igualmente de deshonestidad (que porque no
salieron los vagos esos; que porque los corruptos incitaron al no voto; que el
departamento que menos votó es un lugar de corrupción y no iba a votar, por eso
mismo; entre otras muchas disculpas que circulan en las redes sociales) y es
deshonesto no aceptar la pérdida. Ahí nace uno de los primeros problemas del
colombiano (por no involucrar al resto del mundo).
Si
perdemos no aceptamos la derrota, pataleamos, nos volvemos intolerantes con
cualquier discurso insulso que no lleva a nada. Y me pregunto, dentro de mi ser
malpensante, acaso ganando al otro día este país se habría vuelto el paraíso?
La
cuestión, insisto, no es de prohibiciones; es de personas, de personas que
puedan aceptar la realidad tal como se presenta, que si hay que hacer cola, se
hace la cola; si hay que esperar al cambio de semáforo, se espera; si hay que
guardarse la basura en el bolsillo hasta que se consigue una caneca, pues se
hace. Cuando cambiemos hábitos, mañas y la proclividad al facilismo, ese día
estamos empezando a combatir la deshonestidad desde nosotros mismos y la
corrupción tendrá que ceder, me digo a título de consuelo.
Tú concéntrate en lo tuyo, y si no puedes
dormir tómate una agüita de hierbas, y si la cosa persiste vuélate un pajazo.
Es lo mejor contra el insomnio.(2)
(1) Juan
Gabriel Vásquez. La forma de las ruinas.
(2) Santiago
Gamboa. Perder es cuestión de método.
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