viernes, 10 de agosto de 2018

HUELLAS...

Ay… Lástima que todo sea tan efímero. (1)



Huellas... En el camino de la vida dejaba huellas, sin saberlo. Caminaba sin saberlo y en ese camino dejaba huellas de zapatos, de tenis, descalzos, de tantas manera como dejaba huellas... Las dejaba visibles e invisibles, pero las dejaba en el momento y en el lugar adecuados, sin saberlo.

Así como dejaba huellas en el andar cotidiano de su vida cotidiana de igual manera dejaba huellas, aún sin saberlo. Recordaba su infancia, cuando lavando el piso miraba las baldosas que aún permanecían sin mojar, y con gesto infantil saltaba de aquí para allá viendo cómo las huellas de esos pequeños pies quedaban marcadas en la baldosa; recordaba también cómo dejaba las marcas de sus zapatos recién estrenados en un piso al pasar luego de lluvia por un lugar seco; recordaba las marcas que dejaban sus zapatos ya viejos en ese recorrer de infancia. Las recordaba como juegos que realizaba; cómo orgulloso veía las figuras de esos sus zapatos nuevos que en ese corto recorrer de suela semejaba la llanta de un tractor y cómo con el paso de los días esa llanta se mostraba desgastada, por el recorrer del camino.

Sólo eso recordaba...

Nunca había tenido conciencia de las tantas huellas que había dejado en la vida, huellas que visible o invisiblemente dejaba desde su nacimiento, nunca había sabido de las muchas huellas que había dejado. Huellas invisibles que había dejado desde el médico que atendió el parto, porque el médico en algún momento debió recordar, al dictar su cátedra de ejemplo de parto difícil y de cómo marcó a la enfermera que le alzó recién llegado a este mundo con el fluido de su pequeña y primera orina, cayéndole precisamente en la boca al momento de estar alabando a ese pequeño que luego de un difícil venir al mundo logró sobrevivir; invisible recuerdo dejó en los vecinos con los que de alguna manera compartió su vida, de los tenderos a los que les hacía alguna jugada y tal vez de algún chofer con el que se encontraba constantemente en su largo devenir. También dejó el recuerdo en sus maestras, porque su inquietud era inolvidable y en tantas otras personas...

Huellas visibles dejó en su familia, en los amigos, en los compañeros de infortunio, en el colegio, la universidad o el trabajo, en las mujeres que amó, en las personas con las que peleó, a las que odió y las que le odiaron, todos a su manera recordaban esa huella dejada en el eterno recorrer de la vida. Que cómo lo recordaban? Poco importaba, simplemente había dejado la huella del recuerdo en alguien.

Huellas invisibles también dejó... pero ellas allí permanecerán. (2)


Foto JHB (D.R.A.)


(1) Santiago Gamboa. Perder es cuestión de método.
(2) Escrito el 23 de marzo de 2004

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