El uso del permanente diminutivo nos está matando ya pareciera
patológico, de uribista crónico se contagió todo el país.
El diminutivo nos pervirtió, el eufemismo nos mató.
Por el feis me llegó un artículo cuyo titular era: “Un
estudio afirma que las gorditas hacen más feliz a un hombre que una flaquita(1)”,
olvidando que también somos hombrecitos (o hijitos, si lo prefieren).
Los flaquitos, las gorditas, la pobrecita, el viejito, el
perrito y todo para disimular un eventual insulto inexistente –para quien lo
oye, mas no como frase bien dicha-, pues ya efectivamente se convirtió en
insulto si uno dice está flaca, cómo está de gorda, sigue siendo fea, el viejo
y su perro, como antaño se decía, sin eufemismo, sin ánimo de ofensa, como
simple verdad fraseada como han de ser la cosas.
Y de esa manera vamos disfrazando verdades, incómodas o no, buscando
el diminutivo, como si se cambiara en algo la verdad, aunque la está cambiando,
envenenándola. Pobrecita, cómo está de
gordita… (escondiendo que se quiere señalar malsanamente la obesidad
ajena). Tu hijita está como flaquita
(para puntualizar el límite con la anorexia) y así, camuflado el veneno es como
se incrusta en la aparente verdad ante la incapacidad de decir las cosas como
deben decirse. Tal cual, sin eufemismo, insisto.
Y así, el diminutivo se trastocó en palabras venenosas, por
si no lo han entendido. Aunque hay que reconocer la verdad, nos encanta que nos
pobreteen si de eso sacamos algo a nuestro favor.
Por eso creo que el diminutivo los está matando, pobrecitos…
Es que un niño hace lo que le digan y se acostumbra a lo que
le enseñen, ¿no? (2)
(3) Imágen de Google
(1) Elclubdeloslibrosperdidos.org.
(2) Juan Gabriel Vásquez. La forma de las ruinas.
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