Una voz, sin ser la de ella, pero siendo
identificada como la de ella, me despertó como se despierta cuando se oye
intempestivamente el despertador. La voz fue determinante, precisa, sin lugar a
dudas ni a interrogantes. Es la virgen de
Torcoroma, oí que claramente me dijo. La voz, la de mi mamá, respuesta a mí
dirigida, al menos eso pensé.
Pareciera una respuesta contundente, precisa,
irrefutable e inapelable.
Y así terminé desvelado por el resto de noche,
porque al parecer yo no había hecho ninguna pregunta y si la hice, no supe –o
al menos no recuerdo- haberla formulado ni antes ni durante el sueño.
Desde ese momento por la inquietud de una
respuesta a una pregunta indescifrable me he visto tratando de descubrir el
misterio que la respuesta llevaba a una pregunta no formulada, me he repetido.
Lo curioso es que el asunto terminó
desvelándome porque el acostumbrado a hacer preguntas inútiles o sin respuesta
era yo y ahora me llegaba una respuesta sin contenido, a pesar de su eventual
profundidad.
Entonces me pregunté: Y ahora qué hago con una
respuesta a una pregunta que no recuerdo haber formulado o que nunca hice o que
fue producto de otro sueño en el que conscientemente no intervine?
Indescifrable camino, aunque el único consuelo,
si es que lo es, es que tengo una respuesta sin pregunta y no sé qué hacer con
ella!
No seamos impacientes: la fruta
madura por sí misma y no por los deseos del hortelano. (1)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) J.J. Benites. El Testamento de San Juan.
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