Somos lo que somos y no lo que pretendemos ser.
Somos egoístas, petulantes y hasta anarquistas si va contra nuestros
principios, que no tienen fin. Son cauchos que crecen y se achican al antojo.
Temerosos ante el qué dirán, chismosos para
estar atentos al qué dirán, para ver qué diré, sin retraso, pasando de agache.
Que mataron a nosecuántas personas. Acaso fui
yo? Pero hay que demostrar solidaridad, qué dirán en las redes sociales, si no
se hace, por eso hay que apoyar, porque ni vergüenza tenemos en apoyos que no
tenemos.
Qué contradicción la que tengo, eso es mal
visto, eso da para el rechazo, lo pueden bloquear, puede perder amistades
(desconocidas en su mayoría); pero amistad en línea es amistad, qué importa que
no lo vean, que no lo conozcan, lo importante es el número de seguidores
(desconocidos en su totalidad), no importan las babosadas que se publiquen, si
son de recibo por todos esos desconocidos que creen conocernos y los que nos
conocen a veces no saben si somos el que conocieron o todo es fruto de la red
social, que se hizo para eso, para ocultarnos de verdades, para no vernos en
nuestros sonrojos, para no ser descubiertos tal como somos.
Farsas de la vida, me digo.
Hacía muchos años que había perdido la
costumbre de leer en la página web los comentarios que merecía mi columna, no
sólo por desinterés y falta de tiempo, sino por la convicción profunda de que
en ellos se ponían en escena los peores vicios de nuestras nuevas sociedades
digitales: la irresponsabilidad intelectual, la mediocridad orgullosa de sí
misma, la calumnia tan inverosímil como impune, pero sobre todo el terrorismo
verbal, el matoneo de patio de colegio en que se embarcaban con incomprensible
entusiasmo los participantes, la cobardía de todos esos agresores que se
vilipendiaban bajo seudónimo pero que nunca repetirían sus injurias de viva
voz. (1)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Juan
Gabriel Vásquez. La forma de las ruinas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario