Ya ni los relojes hacen tic tac, hace
rato dejaron de hacerlo, la modernidad se impuso. Ya ver cómo se mueve el
tiempo resulta difícil, la pila apagó su sonido, sólo sobresalen los viejos
relojes de las salas que aún lo conservan, siempre que el silencio reine a su
alrededor.
Recuerdo dormir arrullado en el
silencio de la casa por el tic tac del viejo reloj, del reloj de los recuerdos,
de aquel reloj que en su momento también pasaba desapercibido, pero que hoy
sólo consuela con el recuerdo del adormilamiento de aquellos momentos.
Quién no se
adormeció con el tic tac de antaño?
Y los modernos
relojes, no los digitales, los otros, son historia aparte, porque hasta
atómicos son, se atrasan solo una milésima de segundo cada trescientos años,
certifican, como si el tiempo para corroborarlo alcanzara. Pero me refiero a
los de pulso. Si se observa con cuidado el caminar del segundero, cuando lo
hay, ni siquiera concuerda su tac con el punto que señala los momentos entre
uno y otro número. Y me explico. Basta fijar la mirada sobre ese tablero
marcado con rayitas entre cada número y notar que no coincide la frenada del
segundero con el de la marca, es como si el uno le huyera al otro.
Preocupados
por segundo y por minuto pero siempre al momento de ver el reloj el minuto y el
segundo pierden su importancia y se juega a la aproximación, seguramente para
no ser exactos, y cuando faltan 21 minutos afirmamos que faltan 20 para las y a
veces nos atrevemos a hacer aproximaciones más arriesgadas y simplemente
decimos que falta un cuarto.
Las reuniones
programadas para las 8 ya sabemos que no empiezan antes de las y media y que si
nos vamos a reunir un minuto quiere decir que no es menos de una hora. Esos son
los alcances que les hemos dado al tiempo.
Eso me hace recordar
que Pablo Coelho escribió que al menos un reloj, así estuviera parado, decía la
verdad dos veces al día.
La ficción es un escudo maravilloso. Y
resulta muy fácil ocultarse detrás de él. Pero cuando se acerca a la verdad hay
que andarse con mucho cuidado.(1)
Foto:JHB (D.R.A.)
(1) John Grishnan. El rey
de los pleitos.
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