No me
refiero a los diestros, tal vez a los siniestros, a aquellos que se dedican a
proclamar a voz de cuello que para ellos sólo existen los derechos, pero que
por fanáticos olvidan a qué se refieren.
Me dio
por pensar en que soy una persona sin derechos, pues no los necesito. Por el
contrario, soy un ser de obligaciones, de permanentes obligaciones.
Mi vida
se debería regir de esos verbos obligantes como: tengo, me toca, debo, entre
otros más.
Yo
tengo que respetar a mi vecino. Me toca mirar por donde camino para no caerme,
para no atropellar a otro. Debo proveer las necesidades de mi hogar. Tanto como
tengo que alimentarme, debo dormir, porque son necesidades que igualmente
resulta obligatorio respetar. Tengo que trabajar y dar lo mejor de mí. Debo ser
puntual porque los otros esperan eso de mí. Me toca respetar la fila. Debo
saludar. Debo ceder el paso. Tengo que ayudar a quien necesita de mí.
Y es
así como se mueve el día a día de cualquier cristiano, de cumplimiento de
obligaciones, impuestas, forzadas o voluntariamente aceptadas.
A eso
se reduce el mundo: a obligaciones y a su cumplimiento.
Si así
fuera (Oh¡ mundo idealizado, proclamaría el poeta), no se requeriría de
derechos, ya no se necesitarían, se darían solos por el hecho de que cada uno
estaría cumpliendo con sus obligaciones, que es lo importante, a eso se resume
su relatividad, por la correlatividad del uno con el otro.
Por
eso, cumplo con mis obligaciones.
Pero Unamuno prosiguió: «Este es el templo de la
inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto.
Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para
convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta:
razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis (…). (1)
Imagen de Google (2)
(1) Andrés Rueda. Franco.
(2) http://quebolu.com/meme-si-vivir-es-un-derecho-entonces-si-no-existieran-los-derechos-nadie-tendria-derecho-de-vivir-blv
No hay comentarios.:
Publicar un comentario