miércoles, 13 de noviembre de 2019

HISTORIA



            Recordaba el libro de historia de mi época en que, por ejemplo, se relataba el gobierno de un determinado presidente en unos cuantos párrafos, no más allá de media página. Así se condensaba una parte de la historia, aunque no lo condeno, pues al menos se le daba a uno un brochazo de su propia historia, ante la imposibilidad de conocerla totalmente. Naturalmente se conocía la historia del país y me asaltó la pregunta de cómo saber cómo fue la historia regional o local en determinada época? Porque de esa no se decía nada o casi nada, salvo que un hecho repercutiera a nivel nacional.

            Naturalmente recordé que la historia es escrita por el vencedor, por el que está en el poder. Y a mi memoria llegó una cita: Puede que Pablo de Tarso fuera el vencedor, el que escribió la historia, pero quizá no escribió la verdad. (1)

            Pensé entonces en cómo se escribe hoy la historia, con tanto adelanto tecnológico, con tanta información que nos llega desde los confines de la Tierra si ya no estamos capacitados para saber la verdad, pues la desinformación que se usa para ocultar o minimizar la verdad es grande. Y lo curioso es que tanto hoy como ayer la historia regional o local se desvanece de igual manera, pues al instante estamos más atentos de lo que ocurrió en el mundo, al dejar el provincionalismo que caracterizaba antaño, en su momento por la falta de acceso inmediato a la información. Ironías de la vida, me digo.

            Y aterrizando a este país, tratando de escribir su historia después de los Acuerdos de paz que se firmaron, en donde había un compromiso de escribirla por parte de todos, autoridades, desmovilizados, desplazados, víctimas y victimarios. Lo que dio por llamarse como la historia de la posverdad. Este último término me ha llamado la atención y decidí buscar su noción y Wikipedia me dijo: Posverdad​ o mentira emotiva es un neologismo​ que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, ​ en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. Con tal definición, que confirmaba mis sospechas, nada qué hacer, se pifiaron los firmantes de los acuerdos y la consecuencia es apenas natural.

            Y volviendo a los Acuerdos de paz y la tal memoria del postconflicto, a la que he de confesar, gracias a mi pesimismo, no iba a parar a ningún lado. Parece que ese pesimismo mío no era tan desfasado. El gobierno escribiendo su versión. Los exguerrilleros haciendo otro tanto. Víctimas y victimarios también haciendo lo suyo. Pero lo curioso es que todos escribiendo lo que les conviene, demeritando al otro, dejándose llevar por los ánimos y nadie escribiendo una historia objetiva, desafortunadamente.

            Y entonces vuelvo al cuento, cómo se escribiría la historia reciente, si se pudiera hacer? Cómo condensar el tiempo en unos párrafos sin dejarse llevar por la emotividad y el subjetivismo, sin exculparse ni echarle la culpa a otro?
                                                                                   
Si la historia no se escribe a tiempo, para qué escribir y reescribir lo que se diluyó en el tiempo(2).


Tomado de Google (3)

(1) Matilde Asensi. El regreso de Catón.
(2) Para descrestar pueblerinos, frase mía.
(3) 71636738_10218660581600120_6700707443472596992_n.jpg. Errata de la imagen: después lleva tilde.

1 comentario:

  1. Quiero preguntar, amigo. Debajo de todo esto ¿Qué cosa es la patria?

    ResponderBorrar