Una
propaganda de Claro me llamó la atención. Vi cómo la publicidad, el llamado
marketing y todas las sicologías del mercadeo han llegado a extremos de
manipular el sentimiento de culpa de la gente, descaradamente, pienso.
En
el comercial al que me refiero aparece la referencia a los miles de mensajes
que envía una persona, el número de llamadas telefónicas habituales que realiza
y remata con una pregunta, aparentemente inofensiva, al inquirir sobre cuántas
llamadas o mensajes le ha hecho a la mamá, al papá –o a los primos, para
efectos de la propaganda- o a amigos venidos a menos.
Lo
vi como una forma de hacer sentir culpable a una persona por no estar mandando
mensajes o hacer llamadas –no importa de qué tipo- a determinadas personas con
cierta periodicidad o al menos con la esperada por esa compañía. Lo importante
es incrementar ventas, pues para ellos no importan los medios que se usen ni la
manipulación que pueda realizarse. Es claro que detrás de toda (aparente) buena
obra, siempre hay un interés mezquino.
Propaganda
que me pareció ofensiva, pues si no se llama con la periodicidad esperada es
simplemente porque no se quiere, porque se ven todos los días, porque no hay
nada qué decirse o por la razón que sea (sin eufemismo, porque no se le da la
gana o no pueden verse ni en pintura), pero no puede abusarse para generar
sentimiento de culpa por no hacerlo. Naturalmente a Claro le tiene sin cuidado
esa aparente afectividad, lo que quieren es mayor consumo, para obtener mayores
ganancias, pues tengo claro que detrás de toda buena obra, siempre hay un interés
mezquino, como dije.
Por
eso en esa propaganda lo único que vi fue una vil manipulación de sentimientos
y confieso que me sentí ofendido y cada vez que lo pienso, me ofendo más.
Era
absurdo, decía Humboldt, que una cosa «caída del cielo» tuviera que pertenecer
a la corona española. En su opinión, la política y la economía de un gobierno
colonial estaban basadas en la “inmoralidad”.(1)
Óleo sobre papel, espátula. JHB (D.R.A.) |
(1) Andrea Wulf. La Invención de la
naturaleza. El nuevo mundo de Alexander Humbolt.
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