Supongo
que el tiempo se encarga de crear, modificar y matar el sentido de las palabras
y aún matar palabras que terminan considerándose arcaísmos.
Oyendo
mencionar al honorable senador o al ilustrísimo político o al excelentísimo
presidente veo que las palabras honorable,
ilustrísimo y excelentísimo se trastocaron en insulto –al menos en el
ámbito político y público-, cuando antaño era un honor contar con alguno de
esos calificativos.
Otras
palabras carecen de significación, como una que oí de alguna escritora que
mencionaba que era un movimiento
transversal. No entendí un carajo de qué estaba hablando, aún escuchándola
dentro del contexto de la conversación. Palabras usadas para descrestar bobos,
como se decía en una época. Será que el problema es que se habla con
tecnicismos creyendo que todo el mundo le entiende y presume a la vez que todo
el mundo conoce ese tipo de frases? Pues yo, confieso mi ignorancia.
Y
oyendo a una escritora española –cuyo nombre no recuerdo ni quiero recordar-
decía -palabras más, palabras menos- que las mujeres debían de dejar de dar las
gracias, porque así demostraban el servilismo de épocas pasadas, reconocían que
eran unas sometidas y blablablá. Me preguntaba desde cuando la amabilidad se
había trastocado. No hay cosa más bonita que dar las gracias y ser amable, cosa
muy propia de los colombianos, de dar las gracias por todo y eso no nos hace
serviles, más bien educados. En el exterior oí varios comentarios que nos
hacían por dar las gracias al traernos un plato, al pagar la cuenta, al
despedirnos, cuando en sus propias culturas no lo hacían. Pero bueno, esas son
dos visiones de una misma palabra.
Somos gentes de paz y estamos reclamando
nuestros derechos. Lo que dicen quienes asisten a una manifestación, que
generalmente termina en desmanes, en vandalismo, así sea promovida por otros.
Palabras trastocadas. Y ya que toco el tema, en estos días veo cómo la
violencia se enfoca en el reclamo de derechos –no es tema nuevo, lo sé-. En
Ecuador porque quitan unos subsidios a la gasolina; el Chile porque suben la
tarifa del metro; en España porque no los dejan independizarse, aunque la
mayoría no la quiere. Empiezan las marchas y terminan en un vandalismo que uno
se arrepiente de formar parte de la raza humana. Destruyen todo lo que
encuentren en el camino, sin excepción. Pienso en los dueños de negocios que no
tienen nada que ver con el tema pero que terminan con sus almacenes destruidos,
como si fueran culpables de la desgracia ajena. Pienso en las calles dañadas,
semáforos tumbados, instalaciones arrasadas y veo que ellos no piensan que
todos esos daños terminamos pagándolos, por medio de una subida de impuestos,
pues nada es gratis. He de confesar que en esos momentos estoy de acuerdo con
que la autoridad arrase como pueda, pues alguien debe imponer el orden ante el
caos que esas situaciones generan.
Y pensando en la dualidad de las palabras me he
podido desahogar, aunque sea un poquito.
Ese gran monstruo de Iósiv
Stalin una vez lo expresó con propiedad: no puedes hacer una tortilla sin
romper unos huevos.(1)
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