viernes, 20 de noviembre de 2020

Y MIENTRAS TANTO, QUÉ HACE DIOS?

             Buena pregunta. Aclaro que no es de mi propia cosecha, desafortunadamente. La oí viendo televisión, de pronto del doctor House.

 

            Pero resulta una buena pregunta, es especial en estas épocas. Y ello me llevó a pensar en qué importantes temas se ocupa Dios en su diario quehacer?

 

            De qué se ocupará mientras esta pandemia progresa? Del espacio adicional que necesita por la pandemia? O de cómo llenar el espacio que están dejando los que van a su derecha? (será que los que queden a su izquierda no son muy queridos) (por aquello de que siniestra no se menciona, pero si la diestra?). Sacrílego, oigo que me grita más de uno (iba a decir más de un santurrón, pero omito el comentario).

 

            Como sea, me gustaría saber a qué se dedica Dios en su día a día. A oírme? Lo dudo, creo que se cansó al oí mi primer llanto. Y además, soy un anónimo más a sus oídos (como tantos de nosotros, que no quieren reconocerlo). A oír la retahíla de tanto pedigüeño (o camandulero, si se desea). O realmente hace oídos sordos ante tanta queja de esta humanidad (agobiada y doliente? O quejetas por naturaleza).

 

            Y me pregunto (eso sí de mi propia cosecha), será que tiene una agenda de compromisos? Será Miguel el que lleva su agenda? (dicen los que saben que es el que tiene más alto grado, pero me pone a dudar, pues entre ángeles hay jerarquía y por encima de los arcángeles hay dos jerarquías superiores, coronadas por los serafines). Y que recuerde, por mi experiencia terrenal, solo se accede al jefe según la importancia de quien sea agendado (será el Papa el primero?) (o el presidente de Estados Unidos, como nos han envenenado?) (las camanduleras pueden olvidarse de la cita, de antemano) (como yo me he olvidado).

 

            Y a propósito, en dónde andará Dios en estas épocas?

 

… asintió mientras se encomendaba a Sant’Antonio, patrón de las causas y las cosas perdidas: «Querido Sant’Antonio, líbrame del peso que llevo sobre los hombros y te estaré agradecido por los siglos de los siglos, amén». Su madre le había enseñado siendo él un niño que era vulgar y de mala educación negociar con los santos, ofrecerles oraciones o buenas obras a cambio de favores. «Diles que les estarás muy agradecido —lo había instruido ella—. Al fin y al cabo, están en el Cielo. ¿Qué más podrían necesitar?»(1)

Tomada de Facebook.
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[1] Donna Leon. La tentación del perdón.

 

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