lunes, 18 de julio de 2022

ACEPTACIÓN

                 Últimamente me ha dado por buscar en la real academia el significado de las palabras que de alguna manera doy por sentadas pero que el prurito me dice que verifique primero. Una de ellas fue la palabra que me sirve de título. Si digo aceptación todo el mundo me entenderá y no requiere que me ponga a explicar nada. Sin embargo, podría preguntar qué es la aceptación. Acepto el impuesto, acepto el trabajo, acepto mi vida?

 

                Eso me lleva a la real academia que me definió la palabra como acto y acción de aceptar, es decir, no me dijo nada -de lo que yo quería- y me llevó a su original aceptar que señala que es Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se da, ofrece o encarga, lo cual no colmó mis expectativas. Y para colmo, más adelante, en la 4ª acepción dice que es Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación. Como dije en otra oportunidad, las palabras pueden tener diferentes significados y entre ellos, discordias que llevan a discusión, pero como sea, hasta el momento nada me llevó a colmar mis expectativas al respecto.

 

                Sin embargo, el doctor Google siempre sale en mi ayuda y me encontré de primerazo un artículo[1] que sí vino a decir lo que quería oír -advierto que no sé si sea verdad o no, pues internet contiene de todo, como nos han advertido, pero que preferimos hacer caso omiso, de acuerdo con la circunstancia.-

 

                Dice el artículo: Carl G. Jung dijo: ”Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. ¿Por qué, a veces, nos cuesta tanto aceptar la realidad? ¿Por qué seguimos dándole vueltas a aquello que escapa a nuestro control? La aceptación, al contrario de lo que pueda pensarse, no tiene por qué representar renuncia, abandono o resignación, puede expresar fortaleza personal: la flexibilidad y capacidad de adaptarnos a una realidad que no podemos controlar a nuestro antojo. La aceptación es una herramienta esencial para nuestro desarrollo personal. Aceptar la realidad, aquello que no podemos cambiar, no es una actitud estática, es una decisión activa. Decidimos adaptarnos a las circunstancias adversas, en vez de quejarnos o regodearnos en la frustración, el enfado o la rumiación. Adaptarnos a la realidad mejora nuestro bienestar emocional. Al aceptar la adversidad, aprendemos de ella y también de nosotros, descubrimos nuestros recursos, los mejoramos, nos transformamos, en definitiva, nos hacemos personas más resilientes con una mayor capacidad de autorregulación emocional.

 

                A esto me quería referir, en la aceptación con ese significado. Nos enervamos, nos emberracamos, nos emputamos, nos sulfuramos cuando hablamos de política, religión, de inclinaciones sexuales[2] y de otros temas -sin ser expertos en ello, ni en estar mínimamente informados, lo que es peor-, pero casi nunca recurrimos a la aceptación, preferimos gritar -sin argumentos, pero con groserías, eso me ha pasado, cuando me he visto perdido, aunque la edad me ha moderado un poco-.

 

                Hay cosas en que tenemos la alternativa de aceptar, las consecuencias son nuestras, exclusivamente nuestras. Pero otras, las más, son situaciones que no queremos pero que se dan y que respecto de ellas no hay otra cosa diferente a aceptarlas, tal como están, porque son una realidad, ajena a nosotros, y no podemos hacer cosa diferente a aceptarlas o a volvernos criticones cansones. Lo digo, por ejemplo, a la elección presidencial pasada. Sí, Petro ganó, no me gustó para nada, me echo bendiciones pensando en el futuro de ese dictadorzuelo y el de este país, pero no puedo hacer absolutamente nada, ganó, para mi desgracia, pero ganó escudado en la democracia que me ha acompañado a lo largo de la vida. Entonces, ante la imposibilidad de hacer algo, es decir nada, lo único que me queda es la aceptación, si quiero estar mentalmente tranquilo. Claro que puedo despotricar, insultarlo, denigrar y todo lo que se les ocurra, pero qué gano con ello? Un desgaste innecesario que no soluciona nada del problema, pero que me crea un problema mental.

 

De esa aceptación era de la que quería escribir y que Dios nos coja confesados, no hay de otra.

 

Y quedando sin palabras, vino a mí el recuerdo de San Francisco, con su hermoso poema:

 

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

donde haya odio, ponga yo amor,

donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo unión,

donde haya error, ponga yo verdad,

donde haya duda, ponga yo la fe,

donde haya desesperación, ponga yo esperanza,

donde haya tinieblas, ponga yo luz,

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

 

Oh Maestro, que no busque yo tanto

ser consolado como consolar,

ser comprendido como comprender,

ser amado como amar.

Porque dando se recibe,

olvidando se encuentra,

perdonando se es perdonado,

y muriendo se resucita a la vida eterna.

Tomado de Google



[1] https://www.areahumana.es/aceptacion-aceptar-la-realidad/

[2] Excepto tratándose de abusivos, pedófilos y demás, aclaro respecto de los cuales pienso que con un balazo en las güevas se soluciona el problema, advirtiendo que después de ese balazo el otro debe ir directo a la cabeza, allí sí no tengo aceptación alguna.

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