Últimamente me ha dado por buscar en la real academia el significado de las palabras que de alguna manera doy por sentadas pero que el prurito me dice que verifique primero. Una de ellas fue la palabra que me sirve de título. Si digo aceptación todo el mundo me entenderá y no requiere que me ponga a explicar nada. Sin embargo, podría preguntar qué es la aceptación. Acepto el impuesto, acepto el trabajo, acepto mi vida?
Eso me lleva a la real academia que
me definió la palabra como acto y acción de aceptar, es decir, no me dijo
nada -de lo que yo quería- y me llevó a su original aceptar que señala
que es Recibir voluntariamente o sin oposición lo que se
da, ofrece o encarga, lo cual no colmó mis expectativas. Y para colmo, más adelante, en la 4ª acepción dice que es
Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o
privación. Como dije en otra oportunidad, las palabras
pueden tener diferentes significados y entre ellos, discordias que llevan a
discusión, pero como sea, hasta el momento nada me llevó a colmar mis
expectativas al respecto.
Sin
embargo, el doctor Google siempre sale en mi ayuda y me encontré de primerazo
un artículo[1] que sí vino a decir lo que quería oír -advierto que no sé si sea verdad
o no, pues internet contiene de todo, como nos han advertido, pero que
preferimos hacer caso omiso, de acuerdo con la circunstancia.-
Dice el artículo: Carl G. Jung dijo: ”Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.
¿Por qué, a veces, nos cuesta tanto aceptar la realidad? ¿Por qué seguimos
dándole vueltas a aquello que escapa a nuestro control? La aceptación,
al contrario de lo que pueda pensarse, no tiene por qué representar renuncia,
abandono o resignación, puede expresar fortaleza personal: la flexibilidad y
capacidad de adaptarnos a una realidad que no podemos controlar a nuestro
antojo. La aceptación es una herramienta esencial para nuestro desarrollo
personal. Aceptar
la realidad, aquello que no podemos cambiar, no es una actitud
estática, es una decisión activa. Decidimos adaptarnos a las circunstancias
adversas, en vez de quejarnos o regodearnos en la frustración, el enfado o la rumiación. Adaptarnos a la realidad mejora nuestro
bienestar emocional. Al aceptar la adversidad, aprendemos de ella y también de
nosotros, descubrimos nuestros recursos, los mejoramos, nos transformamos, en
definitiva, nos hacemos personas más resilientes con una mayor capacidad de autorregulación emocional.
A esto me quería referir, en la
aceptación con ese significado. Nos enervamos, nos emberracamos, nos emputamos,
nos sulfuramos cuando hablamos de política, religión, de inclinaciones sexuales[2] y de otros temas -sin ser
expertos en ello, ni en estar mínimamente informados, lo que es peor-, pero
casi nunca recurrimos a la aceptación, preferimos gritar -sin argumentos, pero
con groserías, eso me ha pasado, cuando me he visto perdido, aunque la edad me
ha moderado un poco-.
Hay cosas en que tenemos la
alternativa de aceptar, las consecuencias son nuestras, exclusivamente
nuestras. Pero otras, las más, son situaciones que no queremos pero que se dan
y que respecto de ellas no hay otra cosa diferente a aceptarlas, tal como
están, porque son una realidad, ajena a nosotros, y no podemos hacer cosa
diferente a aceptarlas o a volvernos criticones cansones. Lo digo, por ejemplo,
a la elección presidencial pasada. Sí, Petro ganó, no me gustó para nada, me echo
bendiciones pensando en el futuro de ese dictadorzuelo y el de este país, pero
no puedo hacer absolutamente nada, ganó, para mi desgracia, pero ganó escudado
en la democracia que me ha acompañado a lo largo de la vida. Entonces, ante la
imposibilidad de hacer algo, es decir nada, lo único que me queda es la
aceptación, si quiero estar mentalmente tranquilo. Claro que puedo despotricar,
insultarlo, denigrar y todo lo que se les ocurra, pero qué gano con ello? Un
desgaste innecesario que no soluciona nada del problema, pero que me crea un
problema mental.
De esa aceptación era de la que quería
escribir y que Dios nos coja confesados, no hay de otra.
Y quedando sin palabras, vino a mí el
recuerdo de San Francisco, con su hermoso poema:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
[1] https://www.areahumana.es/aceptacion-aceptar-la-realidad/
[2] Excepto tratándose de abusivos, pedófilos y demás,
aclaro respecto de los cuales pienso que con un balazo en las güevas se
soluciona el problema, advirtiendo que después de ese balazo el otro debe ir
directo a la cabeza, allí sí no tengo aceptación alguna.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario