Después de un trabajo de cuatros años y como uno de los puntos del Acuerdo de la Paz, la Comisión de la Verdad entregó su informe final en el que recogió 35 mil testimonios en las regiones para trabajar de cerca con las víctimas todos los frentes: paramilitares, guerrilleros, Ejército y Estado en 28 casas de la Verdad. La inversión en dinero, tiempo y espacio fue de $391.591.528.706.
Eso informó el gobierno. 35 mil
testimonios. Supongo que todos dijeron su verdad, naturalmente a medias, según conveniencia;
otros, agregando parte de su imaginación, porque relatar una vivencia de muchos
años atrás hace que el relato no sea tan preciso, si yo ya ni me acuerdo de lo que
hice el año pasado o el mes pasado, cómo puede ser, me pregunto; otros, olímpicamente
falsearon la verdad. Y cómo creer todo lo que dijeron, me vuelvo a preguntar. En
todo caso no dejarán de publicar todas esas memorias, lo que ocupará, al menos 50
mamotretos que terminarán archivados en cualquier biblioteca, con los libros olvidados,
de cualquier biblioteca. Y no se hable del costo que demandará.
Ahora bien, pasemos a la plata.
Casi 400 mil millones de pesos, sin contar con la plata que botó el gobierno anterior
en aras de ganarse un Nobel, conversaciones cinco estrellas, a todo ful, diría mi
mamá. Todo lo que se podía hacer con esa plata, pero el argumento es que hay que
saber la verdad (a medias, en todo caso). Nada más puesta esa plata a módico interés,
cuánto generaría, cuánto se podría haber hecho con esa plata (carreteras, vivienda,
mejorar salud, etc. etc.). Y no somos los únicos, acabo de oír una noticia española
que van a hacer una comisión de la verdad sobre hechos ocurridos hace más de 50
años. Dios nos libre (y nos coja confesados, agrego).
Con mi limitada mente me pregunto si todo eso sirve para algo (para conocer la verdad, me gritarán muchos), pero cuál verdad (la que la va escribiendo, la que se va dictando, agregarán otros). Como dije, en mi limitada cabeza sigo preguntándome si no se habrá botado toda esa plata y todo para qué?
…
no sin antes reflexionar en cómo todas aquellas personas, muertas hacía ya mucho
tiempo, habían cobrado por unos minutos un atisbo de vida.[1]
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