miércoles, 26 de octubre de 2022

ESTUPIDECES

            Hace algún tiempo reflexionaba sobre toda la plata que un muchachito llevaba encima por ropa, zapatos, reloj, cadena y demás artilugios que suelen usarse.

 

            Hoy resulta que los universitarios para lucirse, según ellos, y para demostrar la clase de universidad en que se educaban (si así es posible llamar) empezaron a boletearse en redes sociales anunciando cuánto costaba todo lo que llevaban encima.

 

            Y los universitarios empezaron la puya de universidad contra universidad, a ver quién cargaba ropas más costosas -y no cuánto estaban aprendiendo- y las redes sociales se llenaron de barbaridades. Leí por ahí a un tontarrón que se ufanaba de cargar cerca de treinta y cinco millones de pesos en su ropita, de las marcas más costosas.

 

            Y eso me llevó a pensar en la estupidez humana, nuevamente. Se están boleteando por ahí para que a la salida de la universidad aparezca cualquier hampón y lo deje sin nadita y ahí empezarán los llantos. Naturalmente la estupidez no es solo de ellos (y la viveza sí es del ladrón) pues la comparten con sus propios padres que permiten que ellos se ufanen de ellos y entre más arribista es el muchachito, más lo son sus padres que, si se me permite, supongo que no habrán encontrado esa plata de manera muy santa para poderse dar esos lujos, me digo. Y eso que no menciono los carros que dijeron que manejaban para ir a la universidad.

 

            Eso me lleva a pensar que la estupidez es heredable, pues creo que es más estúpido el padre al permitir que lo haga su hijo, pues lo único que está realmente haciendo es poner en grave riesgo a su hijo, igualmente o un poco más fantoche que el propio padre, aunque si es cuestión de genes, los dos terminan siendo tan estúpidos que se ponen en un riesgo innecesario, que les llevará a finales no deseados, cuando los honorables ladrones ataquen por ese lado. Y después llorarán lágrimas de sangre y todo por demostrar un arribismo del que sus propios padres carecieron en su momento.

 

            He dicho. Continuaré leyendo los titulares que hablan de la inseguridad por la que estamos pasando, recordando cuánta papaya dieron.

 

Wallander no podía dejar de pensar que la época que le había tocado vivir, casi la misma que la de Yvonne Ander, giraba en torno a una sola y decisiva cuestión: ¿qué es lo que estamos haciendo con nuestros hijos?[1]

Tomado de Facebook
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[1] La quinta mujer. Henning Mankell.

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