viernes, 21 de octubre de 2022

VIRTUDES

            Al escribir sobre la esperanza hice alusión a las virtudes teologales y hoy, luego de más de sesenta años de que me las hubieran impuesto -como enseñanza aclaro- me dio por ver si recordaba aquellas enseñanzas del Catecismo del Padre Astete. Era un niño, y recuerdo que el catecismo estaba escrito, si bien pensando en el idioma más sencillo, la terminología era apta para personas mayores, por lo que el entendimiento estaba limitado para un niño. Recuerdo, si no es una falsedad del recuerdo mismo, que una de las preguntas iniciales era si éramos cristianos y la respuesta única era, lo tengo tan fresco: Sí, somos cristianos por la gracia de Dios. No tenía más de seis o siete años, creo recordar y se me ocurrió preguntar qué era la gracia de Dios. Fue la primera vez en que me sentí ofendido al pensar que había hecho una pregunta que no debía hacerse,  solo aceptarse y a partir de ahí entendí que lo mejor era no preguntar demasiado. Uno de mis primeros traumas religiosos al sentirme mal visto y no obtener respuesta alguna que resultara al menos satisfactoria. Aunque vaya a saber a esta edad qué es la gracia de Dios[1] y no hago alusión a lo gracioso que parece. Me había prohibido hablar de religión o de política, porque siempre termina mi mala leche saliendo a flote. Pero no me aguanté.

             Como sea, las virtudes teologales llamaron mi atención. Fe, esperanza y caridad,  los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo, me dice Wikipedia. Una definición que me llevó a pensar en que son escritas con palabras grandilocuentes pero que no alcanzan mi inteligencia. Y de ahí me saltan a las virtudes infusas, lo que acrecienta mi confusión. Sigue Wikipedia: son hábitos que disponen al entendimiento y a la voluntad para obrar según el juicio de la razón iluminada por la fe para que esta escoja los medios más adecuados al fin sobrenatural del hombre. Se diferencian de las virtudes teologales en que no tienen por objeto a Dios mismo sino el bien honesto. Dado que ordenan los actos en orden al fin sobrenatural, se distinguen también de sus correspondientes virtudes adquiridas. Y de ellas pasan a las cardinales y pareciera que siguen ad infinitum, diría un cardenal.

                 Con tanta sapiencia no entendí un carajo y por el contrario me cansé de seguir investigando, pensando en que una distinción entre ellas es si provienen y devienen de Dios hacia Dios o si provienen del Espíritu Santo al hombre y de este a Dios, pensando en que si el rodeo que le dan es acertado, si se tiene en cuenta que el Espíritu es el mismo Dios, según nos fue enseñado, por aquello de la Trinidad.

                 Como se ve, en lo religioso la lengua me pica y contradigo todo, tratando de encontrar una respuesta que me satisfaga y me reconcilie con la iglesia, pero veo que es tiempo perdido, nunca lo lograré aunque me acompaña la esperanza, esa fe ciega, de que cuando esté en el cielo y me encuentre frente a Dios al que le pueda hacer todas esas preguntas y que esa gracia que Dios nos escoge para bendecirnos en lugar de maldecirnos, a pesar de que nuestro pecado lo merece. Esta es su bondad a los indignos, y que espero obtener su respuesta, seguro que no me maldice, digo, al considerarme indigno (Él, no yo), si no está muy berraco, oyendo a los príncipes de la iglesia arder en los infiernos a los que Dante destinó, por manipuladores.

                 Maricadas que me da por escribir, pudiendo hacer cosas más provechosas, me digo para finalizar esta incoherencia sobre virtudes que mejor olvido.

 

… al momento de entregar a los reos a la justicia secular. Ellos eran los encargados de ejecutar las sentencias, la Iglesia no podía manchar sus manos con la muerte. Me acerqué de nuevo al pulpito y frente a las autoridades civiles y religiosas pronuncié las palabras que eximían a la Inquisición de toda culpa en el final que iban a tener los reos. La Inquisición perseguía, acusaba, torturaba y sentenciaba, pero no mataba. Esto lo hacía un verdugo, impersonal, sin nombre, encapuchado.[2]

Tomado de Facebook
310445466_1905974579744792_755541373775871994_n



[1] La gracia es que Dios nos escoge para bendecirnos en lugar de maldecirnos, a pesar de que nuestro pecado lo merece. Esta es su bondad a los indignos. (https://www.gotquestions.org/Espanol/gracia-Dios.html). Esto fue lo que encontré, entre otras cosas y que con lo malo que soy, preferí transcribirlo, para que no digan que estoy con proclividad a la maldad en virtud de ese pecado, original dicen que se llama, pero que me lo endilgaron por herencia, y este es el momento en que puedo decir que acepto la herencia pero con beneficio de inventario, pues de lo contrario o aún aceptándolo, quedo condenado, como ya lo he de estar, según la iglesia.

[2] Patricio Sturlese. El inquisidor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario