No cantes victoria aunque en el estribo estés. Enseña un dicho llanero…
Cuántas
veces jugando he cantado victoria antes de terminar el juego, cuántas he
cantado cuando creo que ya tengo todo asegurado para ganar. Sorpresas te da la
vida.
De
viejo, ante tanta tecnología, argumentando que son ejercicios para la memoria y
no un medio de perder el tiempo ante tanta ociosidad, he corroborado en demasía
que no es prudente cantar victoria antes de terminar el juego, pues sorpresas
te da la vida.
Jugando
dominó entendí lo que es una victoria pírrica. Ganaba pero no ganaba, porque el
que perdía -el celular- lo hacía pero con el doble blanco, lo que no da ningún
puntaje de victoria y así se ganaba, pero sin ganar.
Con
todo, me vino el símil del juego con la vida misma.
Tantas
veces que creemos que hemos logrado algo deseado, pero ante nuestras narices se
esfuman los deseos, a pesar de haber tenido la oportunidad en las manos, de
haber hecho planes anticipados y ver cómo al final todo se evapora, muchas
veces sin explicación, otras con explicaciones que no nos gusta oír.
Aunque
igualmente, muchas veces hemos ganado pero con la sensación de no haberlo hecho
o con el sabor de haber perdido, una pírrica ilusión. Ya no se puede confiar en
la vida.
La vida te da sorpresas,
sorpresas te da la vida, ay, Dios[1].
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