Estaba en mis cosas cuando una conversación ajena me distrajo y de alguna conferencia que alguien estaba oyendo me llamó la atención la afirmación que hacía, de la que alcancé a tomar rápida nota, cuando hacía referencia a una frase común que se considera como normalmente aceptada, que Yo estoy bien, si tú estás bien. Y agregaba, al menos creo que la imaginé, con un no con interjección y en seguida afirmaba con contundencia: Yo no tengo que cargar tu mierda, ni tu la mía (como lo diría un buen español, como en efecto era el expositor); en el español de nosotros simplemente se diría que yo no tengo por qué soportar la mala jeta ajena!
Cruda realidad, pero en efecto, así es si se dice sin
hipocresía, sin eufemismo, uno debería ser responsable de sus propios actos y
de sus propias culpas y no hay derecho para asumir las ajenas; que cada cual
asuma su propia responsabilidad. Pero ya lo sabemos, o somos metidos o nos
meten en unos cuentos ajenos que terminan con consecuencias que no nos
corresponden. Culiprontos, diría más allá.
En efecto, por culiprontos o por metidos terminamos
metidos en unos líos que si no directos si tiene consecuencias colaterales y
después nos quejamos.
En consecuencia, no sé si lo dije en otra oportunidad,
uno siempre debería preguntarse en circunstancias semejantes: Es mi
problema? Si no lo es, así sea tangencial, lo más sensato es decir con
claridad, sin temores ni culpas: Ese no es mi problema y punto.
Naturalmente esa respuesta tiene consecuencias, según la situación, la
circunstancia y la persona involucrada, porque uno puede terminar
(generalmente) como el culpable de algo que no era de su incumbencia ni de su
responsabilidad. Así son las cosas, pero naturalmente, somos tan predecibles
que siempre terminamos enredados por haber participado o por haber tenido los calzones
de advertir que no es problema de uno. Y como bien dijo el español, yo no tengo
que cargar la mierda de nadie.
Por primera vez se me ocurrió que estamos tan
condenados por lo que no hacemos como por lo que hacemos.[1]
[1] El avispón negro. James Sallis.