miércoles, 12 de junio de 2024

PROPINAS

             El sistema de propinas resulta en un sobrecosto que no hay derecho a que uno deba asumirlo. La propina se implantó en un 10%, si se consume $100, vaya y venga, pero pagando cien mil ya es otra cosa.

             En un restaurante dentro de sus costos y beneficios están calculados todos los componentes del negocio. Dentro de ellos está el salario de meseros y cocineros y del resto de personal. La obligación del empleado es la de prestar el mejor servicio posible, es lo que uno espera y hacerlo a satisfacción del cliente, es lo deseable, bajo la premisa de que un buen servicio y una buena comida hace que uno vuelva, pues de no ser así, especialmente en la atención, uno no regresa y si preguntan no se dan buenas referencias; ese es el negocio.

             En restaurantes en los que uno pide para llevar ya no debería haber sobrecosto alguno porque le empacan lo pedido en plásticos y despachado; en ellos no hay servicio, adicional al cajero y a la espera del turno correspondiente.

             Ahora bien, la pregunta de si quiere agregar a la cuenta la propina es, casi siempre, vergonzante, en la medida en que por lo general lo ponen contra la pared y la vergüenza de decir no ejerce una presión social en la que termina uno accediendo, no porque el servicio no lo merezca sino para no sentirse mal mirado por el resto de comensales. Como sea, lo que me llevó a reflexionar sobre el asunto fue el aviso que acompaño, situado en la caja. Deja propina y regala felicidad? Tu ‘aporte voluntario’ reconoce nuestro trabajo? Lo que reconoce el trabajo es que uno regrese, acaso no es obligación del restaurante, si quiere subsistir, prestar la mejor atención al cliente? Acaso la remuneración dada y recibida no tiene implícito el servicio que se debe prestar? Acaso no es un chantaje emocional?

             Es el manejo de la voluntariedad de la propina, que nazca de uno, no que surja de chantajes emocionales ni de presiones sociales y eso me lleva a pensar cuántos tenemos el valor de decir no a esa pregunta cuando no lo merecen, cuando ni siquiera uno se ha sentado para evaluar el servicio.

             Retórica, lo sé, pero el aviso visto me generó una mala conciencia, qué se le va a hacer. 

Los nombres son importantes. Las cosas son el nombre que les damos. Cuando nombramos, entendemos.[1]





[1] Mariposas en la noche. James Sallis.


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