El sistema de propinas resulta en un sobrecosto que no
hay derecho a que uno deba asumirlo. La propina se implantó en un 10%, si se
consume $100, vaya y venga, pero pagando cien mil ya es otra cosa.
En un restaurante dentro de sus costos y beneficios están
calculados todos los componentes del negocio. Dentro de ellos está el salario
de meseros y cocineros y del resto de personal. La obligación del empleado es
la de prestar el mejor servicio posible, es lo que uno espera y hacerlo a
satisfacción del cliente, es lo deseable, bajo la premisa de que un buen
servicio y una buena comida hace que uno vuelva, pues de no ser así,
especialmente en la atención, uno no regresa y si preguntan no se dan buenas
referencias; ese es el negocio.
En restaurantes en los que uno pide para llevar ya no
debería haber sobrecosto alguno porque le empacan lo pedido en plásticos y
despachado; en ellos no hay servicio, adicional al cajero y a la espera del
turno correspondiente.
Ahora bien, la pregunta de si quiere agregar a la cuenta
la propina es, casi siempre, vergonzante, en la medida en que por lo general lo
ponen contra la pared y la vergüenza de decir no ejerce una presión social en
la que termina uno accediendo, no porque el servicio no lo merezca sino para no
sentirse mal mirado por el resto de comensales. Como sea, lo que me llevó a
reflexionar sobre el asunto fue el aviso que acompaño, situado en la caja. Deja
propina y regala felicidad? Tu ‘aporte voluntario’ reconoce nuestro trabajo? Lo
que reconoce el trabajo es que uno regrese, acaso no es obligación del
restaurante, si quiere subsistir, prestar la mejor atención al cliente? Acaso
la remuneración dada y recibida no tiene implícito el servicio que se debe
prestar? Acaso no es un chantaje emocional?
Es el manejo de la voluntariedad de la propina, que nazca
de uno, no que surja de chantajes emocionales ni de presiones sociales y eso me
lleva a pensar cuántos tenemos el valor de decir no a esa pregunta cuando no lo
merecen, cuando ni siquiera uno se ha sentado para evaluar el servicio.
Retórica, lo sé, pero el aviso visto me generó una mala
conciencia, qué se le va a hacer.
Los
nombres son importantes. Las cosas son el nombre que les damos. Cuando
nombramos, entendemos.
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