lunes, 24 de junio de 2024

EL PUEBLO, LA GENTE

             En el sueño oí el grito de tribuna que clamaba il popolo, al parecer podría ser Mussolini el que agitaba las banderas escudándose en el pueblo.

 

            Un vocablo, como otros tantos, que dan para largo y para ancho y según la época, para uno u otro lado.

 

            Ser del pueblo representaba humildad y muchas veces sometimiento obligado. Si se refiere al lugar, al pueblo, era provincialismo o también, según el contexto, un venido a menos.

 

            Los grandes demagogos (lo de grandes no implica grandiosidad, aclaro) la tienen por fácil palabra porque entienden que ellos lo son y con ella aglutinan las masas, insatisfechas y de mente estrecha a las que hay que ganar para satisfacer su poder y el poder joderse a los demás bajo un escudo mentiroso, mayorías ficticias que se han ganado con esa demagogia, pero ni de fundas (diría mi papá), pues a ese pueblo no hay que darle demasiado, porque envalentonado se puede convertir en populacho o en la gleba de las primeras líneas.

 

            Y del pueblo de Dios ni hablar, porque los elegidos son los judíos, según ellos asumieron como dogma, aunque dentro del mismo contexto, terminan en lo mismo.

 

            Y el pueblo, ese lugar de antaño por demás campesino, va desapareciendo de tanto manoseo, de tanto olvido, de tanta desidia.

 

            Por eso la palabreja da para todo, hasta para un blog.

 

«para información pulse 1, para reservas pulse 2, para vacaciones prepagadas pulse 3». No parecía haber un botón para sentido común.[1]

Tomado de Facebook
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[1] El dramaturgo. Ken Bruen.

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