miércoles, 16 de octubre de 2024

EL ÚLTIMO VIAJE

                 Al hablar de él no quiero que se piense en lo que no es, ni se piense lo que no quiero decir, evitando malos entendidos, simplemente son pensamientos que me surgieron al presenciarlos, lejos de ironías y sarcasmos.

                 Es un tema espinoso para hablarlo, cuando se está frente a la situación; en la lejanía es otra cosa, como en este momento en que escribo, pero me picó la curiosidad, aunque es cierto que sigo sin explicación, es solo especulación.

                 Antaño -y hablo de cosa de hace unos tres años para atrás-, los difuntos recorrían su camino tradicional. De la funeraria, para hablar del último viaje, se pasaba a la iglesia, de la iglesia al cementerio o al crematorio. Eso era todo. Allí era la última despedida y uno regresaba a continuar con la vida.

                 Ahora hay un salto de tiempo-espacio que supongo que también es un golpe para los deudos, por lo que sigo sin entenderlo. (Pero entre ya en el tema, oigo; ya voy, digo).

                 La persona fallece, se pasa a la funeraria (ya con horarios de visita, como en clínica), se hace el consiguiente servicio religioso, termina éste y es el último adiós, a las puertas de la iglesia. El cadáver se va en la carroza fúnebre, sin séquito, para emprender otro viaje, el último (lo que sigue lo deduzco, no sé si sea verdad, solo me lo indica la malicia),  uno gélido, se va a algún congelador de la funeraria y lo mantienen allí hasta que haya un determinado número de muertos para que una vez llenado el cupo, en un vehículo refrigerado (pues se va para tierra caliente) emprende otro viaje. Como dije, a tierra caliente (así se decía cuando los bogotanos salíamos a veranear) y como dije, espero que no se interpreten estas palabras como antipáticas pues así es y se inicia otro periplo.

                 Al menos en Bogotá (cosa rara, siendo la capital y teniendo todos los recursos del caso) los difuntos son transportados a Girardot, donde termina el viaje del cuerpo físico, pues allí son cremados. Por qué? No lo entiendo, deben gastar en logística inicial, en gastos de transporte, peajes y el resto de gastos adicionales que ello implica (permisos de traslado, gasolina y qué más sé yo) y el viaje es largo (nada más pensar en los trancones de la salida). Una vez cremados hacen el viaje de retorno, pero ya convertidos en cenizas, pero que en todo caso implica el retorno (transporte, gasolina, peajes, costos asociados).

                 En eso sigo pensando, pues no entiendo la vuelta -costo beneficio, pensándolo con simpleza- y si fuera por escasez de crematorios, por rentabilidad sale más barato construirlos en Bogotá, me digo en mi simplismo mental. Entonces?

                 Un viaje último, ida y regreso, a tierra caliente y sin la compañía familiar, es bastante curioso pero con lo mal pensado que soy, sigo sin explicarme cómo le dan a uno un viaje final, ida y vuelta y a tierra caliente! 

Recordar no es malo. Significa que hemos vivido.[1]

Foto JHB



[1] Por encima de la lluvia. Víctor del Árbol Romero.

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