Oí hace poco que Cicerón o algún sabio griego, hace dos mil o más años decía que no podía decir nada nuevo porque todo estaba ya dicho y con ello podría decir que no tenga nada nuevo qué decir, porque todo ya está dicho (menos en la modernidad de las llamadas ciencias exactas), hasta el cansancio o simplemente dicho aún sin haber sido oído y por ello no repetido, aunque las paredes oyen y a ratos hablan, con un grafiti, con un dibujo, con una huella, con indiferencia.
Eso
es toda la ciencia, escribir sobre lo dicho, sobre lo oído, de allí todos los
tratados que surcan el conocimiento, pensamientos que fluyen sin distracción,
sin saber si es algo nuevo, algo oído, algo ya escrito, en un mundo lleno de
novedades que ya no sorprenden, porque son esperados, son cotidianos, nada ya
nos deslumbra, ni siquiera las ideas propias, si es que llegamos a tener
alguna, que de todos modos pasará desapercibida y por eso preferimos dejar que
sea ajena, para que en nuestra ingenuidad no nos asuste y así citada los demás
creerán en nuestra sabiduría.
No
puedo decir nada más porque ya todo fue dicho, ya lo dijo algún genio de la
antigüedad y por eso no puedo escribir nada nuevo, ni tan siquiera nada
original.
Era curiosa la memoria; se olvidan
acontecimientos primordiales y se recuerdan detalles insignificantes. [1]
[1] Un millón de gotas. Víctor del Árbol Romero.
No jodás, hace 2000 años ni sabían hablar tanto y salían con el cuento de que "toda está dicho" Viejitos perezosos
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