Antiguamente y digo antiguamente entendiendo que fue hace
como cien años, los tratados internacionales se respetaban, como se respetaba,
más o menos se deduce de la historia, al país vecino.
Cualquier malentendido se solucionaba con la diplomacia, aunque
esté definida como el arte de la hipocresía o de la mentira, si se prefiere(1).
Con el tiempo, los tratados firmados que habían logrado
sobrevivir los cien años fueron cambiando hasta el punto en que fácilmente se
podía desconocer su contenido sin rubor alguno. Uno se sometía al tratado y el
tratado tenía consecuencias, de alguna manera; pero ahora, si no me conviene
simplemente cojo mi balón y me voy a casa, dejando a los demás viendo un
chispero. Recuérdese a Uribe que jugaba a conveniencia, sin respeto alguno a lo
que alguna vez estuvo escrito en un papel.
Y normalmente un país no se metía en otro ni hablaba en voz
alta del vecino, pues para eso se habían inventado la diplomacia, así fuera el
arte de mentir, pero al menos se procuraba respetar al vecino, en cuanto no
interviniera en lo doméstico del otro.
Pero todo ha cambiado, dicen que como efecto de la
globalización y es así como puede verse en redes sociales y en televisión a un
presidente madreando al vecino y visconversa. Ya es lo normal, lo corriente y
ya no nos sentimos mal, así resulte ofensivo.
Y para colmos, sin poder manejar bien su propio país, dan
cátedra sobre la administración del vecino; dicen que es un distractor para que
los de adentro no se preocupen de lo mal que les va y vean que los vecinos
están peor. Un ejemplo, España, la de Sánchez quien en una jugada sin igual y
no por vía democrática de voto, logró desalojar a Rajoy, su antecesor y ahora
pontifica contra Venezuela. Le dio un plazo de ocho días para nuevas
elecciones, como si en ese plazo fuera posible hacerlo. Pareciera que Europa le
hubiera dado la orden al títere para que tirara la primera piedra y si los
gringos no decía mucho, entonces ahí sí apoyaban a España, como en efecto
aconteció. Pero de qué nos vamos a sorprender, si los gringos lo han hecho los
últimos cien años así. Ponen y quitan demócratas que luego se vuelven dictadores,
según los aconteceres de la moral gringa, bastando recordar a Noriega; invaden
cuando se les da la gana el país que se les da la gana, siempre que lleven la
superioridad; y así América Latina estuvo sometida a sus caprichos con aquello
de que América para los americanos, eslogan que no vimos claro, porque
realmente decía América para los gringos, los demás no somos americanos.
Sé que la situación venezolana está grave y soy muy
consciente de quiénes están en el poder allá y que no es mucho lo que se puede
esperar de sus dirigentes, aunque hoy por hoy, en cualquier país del mundo, qué
se puede esperar de sus dirigentes?
De alguna manera, antes se respetaban los tratados y se
respetaban un poco más los países, especialmente los limítrofes. Pero hoy, todo
ha cambiado, estamos en la política del todo vale y no importa el precio ni las
consecuencias, estamos condenados a que, a partir de mentiras e infundios el
mundo se mueva, sin tener en cuenta nuestra opinión, por eso me limito a escribir
mi pensamiento y a soñar que vivo en permanente pesadilla internacional que en
cualquier momento la cosa se va a poner negra y el que la sufrirá será el que
no tenía nada que ver. Y termino preguntándome el que gana una guerra,
realmente qué gana?
El maestro enseña la dificultad de conocer la verdad de los hechos,
cuando los hechos mismos son ya interpretaciones personales de los
intervinientes y testigos.(2)
cabrasespartanas.com |
(1) Podemos señalar, para
precisión, las siguientes citas:
«El diplomático es una persona que
primero piensa dos veces y finalmente no dice nada». Winston
Churchill
«La diplomacia es el arte de conseguir
que los demás hagan con gusto lo que uno desea que hagan». Andrew
Carnegie
«La diplomacia: el arte de limitar el
poder». Henry Kissinger
«La diplomacia es solo una práctica de
hipocresía y cobardía, si vamos a hacer algo hagámoslo, sin preguntar a nadie».
Benito Mussolini
(2) Alejandro Reyes
Posada. https://www.elespectador.com/opinion/la-construccion-social-de-la-verdad-columna-823762