Sin
darnos cuenta nos volvimos falaces, en todo el sentido de la palabra, así sea
para llevar la contraria.
Sea
lo primero decir que:
En lógica,
una falacia (del latín: fallacia,
‘engaño’) es un argumento
que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias
se cometen intencionalmente
para persuadir
o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos
o ignorancia. En ocasiones las falacias pueden ser muy sutiles y persuasivas, por
lo que se debe poner mucha atención para detectarla.(1)
Y lo vemos todos los días no sólo en
la política y el periodismo sino en la vida diaria, cuando con argumentos no
podemos convencer, por terquedad, por llevar la contraria, por no dejarnos
ganar y por eso terminamos en gritos, en desprecios, en vapulaciones.
Eso me llevó a ilustrarme un poco
sobre el asunto y me encuentro con que el tema da para hacer tratados y al ver
una somera clasificación veo que a través de la falacia nos manipulan,
especialmente en materia política y periodística y de esa manipulación nos
hacen caer en el mismo círculo vicioso que critico, volviéndome tan falaz como
los criticados, cuando no hay camino adicional para convencer o sacar del
error, según nos creemos, a sabiendas que en tal caso el silencio,
despreciativo naturalmente, es el mejor camino que de todos modos conduce, por
lo despreciativo, a generar inquina, cuando no odio. Es decir odiamos a los
uribistas o petristas pero la única forma con ellos es usar sus propias
herramientas.
Y me llamaron la atención las
siguientes formas de falacias que, para no tergiversar, mejor copio:
·
Falacia ad hominem:
se llama falacia ad hominem a
todo argumento que, en vez de atacar la posición y las afirmaciones del
interlocutor, ataca al interlocutor mismo. La estrategia consiste en
descalificar la posición del interlocutor, al descalificar a su defensor. Por
ejemplo, si alguien argumenta: «Usted dice que robar está mal, pero usted
también lo hace», está cometiendo una falacia ad hominem (en particular, una falacia tu quoque),
pues pretende refutar la proposición «robar está mal» mediante un ataque al
proponente. Si un ladrón dice que robar está mal, quizás sea muy hipócrita de
su parte, pero eso no afecta en nada a la verdad o la falsedad de la
proposición en sí.
·
Falacia ad verecundiam:
se llama falacia ad verecundiam a
aquel argumento que apela a la autoridad o al prestigio de alguien o de algo a
fin de defender una conclusión, pero sin aportar razones que la justifiquen.
·
Falacia ad ignorantiam:
se llama falacia ad ignorantiam al
argumento que defiende la verdad o falsedad de
una proposición porque
no se ha podido demostrar lo contrario.
·
Falacia ad baculum:
Se llama falacia ad baculum a
todo argumento que defiende una proposición basándose en la fuerza o en la
amenaza.
·
Falacia circular:
se llama falacia circular a todo argumento que defiende una conclusión que se
verifica recíprocamente con la premisa, es decir que justifica la veracidad de
la premisa con la de la conclusión y viceversa, cometiendo circularidad.
·
Falacia del
hombre de paja: Sucede cuando, para rebatir
los argumentos de un interlocutor, se distorsiona su posición y luego se refuta
esa versión modificada. Así, lo que se refuta no es la posición del
interlocutor, sino una distinta que en general es más fácil de atacar.(2)
Quería ilustrar cada uno de
ellos pero recordé que basta ser político de cualquier color, incluidos
petristas y uribistas con razón, para saber que todos sus argumentos resultan
falaces cuando les conviene ganar, que es casi siempre, terminando, casi
siempre, en el insulto y el grito, por aquellas palabras de nuestro gran estadista
que dijo las siguientes sabias palabras: le
voy a romper la jeta, marica! (a la anterior frase se le llama ironía(3),
por si no la cogieron al vuelo). Y conste que el tema que me inspiraba no era
propiamente la política.
Mi país está en manos de gente que lo
desprecia, ese es el problema. (4)
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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Falacia.
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Falacia
[3] Para ser más
claro: Modo de expresión o figura retórica que
consiste en decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender, empleando un
tono, una gesticulación o unas palabras que insinúan la interpretación que debe
hacerse.
https://www.google.com/search?q=iron%C3%ADa&oq=iron%C3%ADa&aqs=chrome..69i57.2457j0j4&sourceid=chrome&ie=UTF-8
[4] Santiago Gamboa. Los
impostores.
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