viernes, 25 de enero de 2019

RUIDOS Y SILENCIOS


Leí un artículo titulado: El nivel cero del ruido(1). Me llevó a pensar en el silencio entendido como la mudez del ruido. Naturalmente el artículo hablaba del exceso de ruido, del sonido y la contrapartida la ausencia de éste, el silencio absoluto, que dicen es enloquecedor y que no se puede sostener por mucho tiempo por la necesidad que tenemos de sonido y aún de ruido.

Coincidió el artículo con una ida al restaurante. A veces me entretiene; mientras espero el despacho de mi domicilio, ver el caos que representa la cocina, el pedido, el empaque, la reiteración. Un desorden que en la distancia uno no entiende cómo no planifican el acontecer diario, esa rutina diaria de pedido-despacho.

En fin, el día en particular tenía una sensación de exceso de ruido, de movimientos, sin ser consiente de ellos a pesar de ser un espectador que participaba del momento. Un corre corre de quien hace el pedido, de quien sirve, de quien empaca, de quien cobra, sin ser, advierto, una tarea exclusiva de cada uno, sino como en Fuenteovejuna, todos a una, todos piden, todos empacan, todos cobran y una sola sirve. En la distancia uno piensa en el caos, en no existir una actividad precisa para una persona determinada. Me divertí viendo la realidad, sin embargo no tenía conciencia alguna en ese momento de lo que se generaba en términos de ruidos, en los cuales había que incluir radio, movimiento de lozas, de ollas.

Una vez salí con mi pedido, divertido de la comedia presenciada, algo llamó mi atención, pues el caos seguía en mi cerebro, y fue simplemente oír el no caos, el silencio cerebral, fue el cantar de unos pájaros, el sonido de los carros en la distancia, la ciudad, a pesar de no ser una ciudad silenciosa, más bien bulliciosa.

Y pensé en el silencio. En mi silencio. La ausencia de sonidos sería para mí catastrófico, estar con el no sonido ni el ruido, el silencio absoluto, tal vez porque estoy acostumbrado a mi silencio.

Mi silencio no es ausencia, por el contrario, es presencia de sonidos mas no de ruidos, de sonidos en la lejanía, de canto de pájaro, de viento que vibra al contacto con los árboles, de oír en la lejana distancia el bullicio de la ciudad, escuchar unos niños embebidos en sus juegos de patio, conversaciones ajenas en la distancia apenas audibles todas ellas, tal vez un gallo a deshoras o el tañido de una campana de iglesia.

Mi silencio es estar solo con el sonido y la música, a mi tono. Siempre acompañado de la música, aunque no la oiga por estar concentrado en algo, pero sabiendo que allí está. Veo que se trata de un silencio sonoro, de mi silencio de soledad acompañada.

Son contradicciones, lo sé, pero es lo que disfruto.

—Porque me sobra tiempo y por primera vez en mi vida nadie espera nada de mí. No tengo que demostrar nada, no ando corriendo, cada día es un regalo y lo aprovecho a fondo.(2)


Óleo sobre papel con espátula. JHB (D.R.A)


(1) Julio César Londoño El nivel cero del ruido https://www.elespectador.com/opinion/el-nivel-cero-del-ruido-columna-833521
(2) Isabel Allende. El amante japonés.

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