lunes, 6 de mayo de 2019

GENEALOGÍAS DE LAS QUE ES MEJOR NO HABLAR


En el curso de mis inútiles investigaciones, llegué incluso a preguntarme si las alteraciones que siempre acompañan a las sagas transmitidas oralmente no le habrían entregado a mi madre un cuento fantástico con pocas apoyaturas en la realidad: su relato procedía de un tal tío Attilio que afirmaba haberlo recibido, habérselo oído contar a su padre, Natale, que, a su vez, sostenía que lo había escuchado de labios de su padre, Michele, y cualquiera de ellos podía haberlo alterado(1)

Leyendo a la Fallaci con la narrativa de sus antecesores desde finales del siglo XV y cómo por cuestiones del azar o del destino, como se prefiera, logró ser engendrada para aterrizar en su tierra, me hizo recordar mi propia genealogía.

De alguna manera por nuestros ancestros cercanos o más lejanos y la amalgama genética generada con el paso de los años descubrimos que nuestra pretendida pureza no es tal. Algún pariente debió llegar de lejanas tierras, generalmente huyendo de guerras, hambrunas, pestes o simplemente de la miseria en que vivían en los viejos tiempos. Llegaron buscando una esperanza. Algunos lograron hacer fortuna, otros siguieron igual o simplemente no les fue tan mal.

Es decir que provenimos de algún inmigrante y aún así olvidamos la historia que ese pariente emigrante debió pasar para llegar a ser inmigrante. Y lo curioso es que viendo desde el retrovisor casi nadie sabe el sufrimiento que debió tener y pasar esa persona llegando, generalmente, a tierra desconocida, de idioma desconocido, con solo dos centavos en el bolsillo y una bolsa que recogía todas sus mundanas pertenencias.

Pero eso sí, sabiendo que tenemos algo de sangre europea o extranjera, si se quiere, nos vanagloriamos de ese antecesor y terminamos por construir una historia verbal nacida de los comentarios oídos por nuestros padres y abuelos, contados a su vez con la distorsión debida del tiempo, encumbrando, magnificando, ocultando en la mayoría de veces. Quién puede así reconocer que en su sangre corre sangre de campesino venido a menos, de zapatero, trovador o serenatero, cuando no de cura pueblerino y la historia termina trocada en hacendado, talabartero, músico o descendiente del tío monseñor. 

Por parte de padre el misterio es menos misterioso, al no saber mayor cosa diferente a que mis ancestros por esa línea son netamente aborígenes con tal vez alguna mezcla española, por aquello del apellido que puede ser por imposición, de judíos conversos, moros o cualquier otra casta, pero en ningún caso de alcurnia, parece.

Por línea materna, dentro de la misma línea materna –ésto es por el lado de la abuela- ya es otro cuento. Descendencia italiana, ésta sí todo un misterio, al desconocerse aún la población de nacimiento del bisabuelo, conjeturando que era calabrés, es decir vecino de los sicilianos. La zona según Wilipedia, históricamente pobre (El empobrecimiento de Calabria fue una característica principal de la diáspora italiana de principios del siglo XX) y de allí deduzco que el ancestral bisabuelo haya preferido emigrar en busca de mejores fortunas llegando hasta estas tierras. No voy a entrar en intimidades, al no haberlas por falta de información y para no herir susceptibilidades si algún familiar me llegara a leer.

El cuento va a que, quiéralo uno o no, de alguna manera proviene de inmigrantes, concepto del cual actualmente se denigra. Personas que salieron de su país precisamente ante situaciones de hambrunas, pestes o guerras, como solía acontecer mucho en Europa; en esa época los ricos no emigraban, aunque sí podían darse el lujo de viajar o de ser viajantes.

Sin olvidar tampoco que hubo una época de inmigrantes nacionales, cuando los paisas no podían ver a los rolos, los cachacos y el resto a los costeños, los boyacenses, pastusos, caleños, santandereanos, etcétera y de alguna manera la genética de estos pueblos también está en nuestra sangre. Y dicen los que saben que no hay peor cosa que encontrarse en inmigración gringa siendo atendido por un latino, porque se cree más gringo que el monito que sí lo es.

Son contradicciones de vida.

La gente intenta siempre revivir momentos que en su memoria son mejores de lo que fueron en realidad, evocar emociones que, en realidad, es mejor que permanezcan en el pasado. (2)

Óleo sobre papel, espátula. JHB (D.R.A.)


(1) Oriana Fallaci. Un sombrero lleno de cerezas.
(2) John Katzenbach. Historia del loco.

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