Hablando de moralidad, dicen que grabar conversaciones
ajenas sin autorización es ilícito. Entendiendo por autorización la de una
autoridad, generalmente judicial, o la de los propios intervinientes, pero
ahora resulta que lo que no se puede grabar legalmente, por regla general ahora
es permitido y vale como prueba. Hoy con esta tecnología los conceptos empiezan
a diluirse, a transmutarse, a variar de acuerdo con las conveniencias.
Me lleva a recordar el suicidio de Alan García, el
prohombre, enterrado con todos los honores debidos, dejando la carta del adiós
rechazando culpas de las que fue investigado no una o dos veces, sino varias
veces y si el río suena… parece que en la última investigación sabía que sí lo
iban a clavar y por eso tomó el camino fácil, que tampoco resulta tan fácil de
decidir. Pero fue enterrado con honores, como todo un estadista. Por Dios, a
dónde vamos a llegar?
Y otra que me llamó la atención. A algún hampón lo
dejaron libre porque no había habido denuncia, cuando los videos demostraban
todo lo contrario y si se iniciara la investigación a través de testimonios se
podía corroborar que efectivamente había ocurrido el ilícito y que el preso
ahora libre lo había cometido. Pero la sutileza de alguien le hizo quedar en
libertad. Acaso los delitos en su mayoría no son perseguidos de oficio? Lo que
me lleva a recordar las denuncias que se publican en medios masivos, particularmente
de corrupción y contra el erario que no requieren de denuncia, que basta
iniciarlas de oficio, tampoco las inician por la sutileza que envuelve el
derecho y la mente de los abogados, así como la de los implicados. Y se
pregunta uno, en dónde está la supuesta justicia? O mejor preguntarse, qué es
la justicia?
Y de esta manera sólo puedo concluir con Einstein que
todo es relativo. Qué vaina, me toca vivir entre sutilezas, perspicacias,
argucias, astucias, sofismas dada la sagacidad de los demás.
Y en cuanto a las grabaciones, me hace acordar de un
aviso vi leí en la entrada de una portería: Por su seguridad usted está siendo
monitoreado las 24 horas. Con esa advertencia y por mi seguridad, mejor me
callo, me hago el pendejo y verifico que nadie más me esté grabando, por mi
seguridad.
La
integridad es un bien escaso en nuestro mundo: cuando aprenda a fingirla, Adam,
irá por buen camino (1).
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