Al finalizar cada día pienso en que ya pasó. Un día más, encuarentenado, un día más tal como el anterior, como cada día desde que estamos en este encierro obligado.
Y me pregunto si cada día es igual al anterior, porque es parte de la rutina ya instalada y la rutina es, por definición, igual, sin mayor diferencia. Un constante ir y venir, es Sísifo condenado a la eternidad de su propia rutina, tal vez con un cambio entre día y día, no sensible, no susceptible, no perceptible, pero a la larga un día más o un día menos, como quiera verse.
Entonces se pensará que estoy en etapa de pesimismo o de depresión. Suele sucederle a los pensionados, creo. Pero no lo veo así, aunque tal vez el siquiatra lo considere así, uno nunca sabe, pero como el eventual siquiatra no vive conmigo, tengo a mi favor mi propia opinión.
Simplemente así veo mi diaria cotidianidad. O si se prefiere, reflexiones de un viejito que lindan con las divagaciones, pensando en que solo se tienen recuerdos y esperanzas muy limitados.
Me pregunto si los jóvenes tienen estas mismas sensaciones, pues de ser así, estamos jodidos.
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