Lo ordinario de la vida. Una mera frase, afirmativa y si se lee desprevenidamente, la oración puede tener varias lecturas, como evidentemente las hay.
Por ejemplo, con la acepción de
ordinario(1):
Bajo, basto, vulgar y de poca estimación,
la vida queda como algo deleznable(2).
Si le doy la acepción de Común, regular y que sucede habitualmente, la vida adquiere otra cualidad y otra calidad. Ya cambia de
enfoque, al no tener un contexto previo. Y si se dice con la acepción de Que no tiene grado o distinción en su línea, es
decir, que no se destaca por nada especial, también se le da a la frase otras
significancia diferencial.
Pero independientemente a todo eso,
me dio por ver lo ordinario de la vida, es decir, que convivimos en una vida
ordinaria, la que ordinariamente vivimos, la corriente, la que al parecer no
tiene nada de particular o especial.
Precisamente es en este punto en
donde puede estar uno de los misterios de la vida, en que no sabemos apreciar
el día a día, eso ordinario que hacemos ordinariamente –entendido como
corrientemente, no piensen que me refiero a lo basto-, es eso que hacemos
cotidianamente a modo de robot, de lo que no percibimos con conciencia. Lo
ordinario es respirar, pero se hace de una manera tan automática que no nos
paramos a considerar su importancia –aunque en yoga es fundamental-, mientras
que lo extraordinario en tales circunstancias sería el no respirar, que ahí sí lo
miraríamos como algo especial, cuando lo realmente especial es lo ordinario.
Y después de viejo, esperando
siempre lo extraordinario que trajera felicidad, resulta qué equivocada era la
apreciación, pues la felicidad no estaba en lo extraordinario sino precisamente
en lo ordinario, en el día a día. Se trataba de sonreír ante una nube que nos
coqueteaba, llevándonos al recuerdo o a la nostalgia. Era sentir el viento que
despeina cuando se adquiere conciencia de su existencia. Es caminar viendo cómo
el mundo avanza sin prisa y sin maldad. El canto de un pájaro, la risa de un
niño columpiándose, la sonrisa fresca que se recibe de un desconocido.
Es ese ordinario acontecer lo que
hace que la vida ordinaria, además de seguir su curso, permite que sea la
realidad. Por su lado, lo extraordinario, no es ordinario, no sucede
todos los días y pasa muy de vez en cuando y por eso es extra, no es ordinario.
—Supongo que porque me gusta el pasado —dijo—. Leer sobre otros tiempos nos enseña que, en realidad, a pesar de que han pasado siglos desde entonces, no hemos cambiado tanto.(3)
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