Existe un supuesto jurídico que
enseña que la ignorancia de la ley no sirve de excusa, para nadie. El
postulado, como ahora todo lo jurídico, se aplica dependiendo de quien lo dice
y de quien lo recibe, es decir, como toda ley, todo depende y de allí que por
eso no exista justicia y la ley… es otra cosa.
Pensando en eso, en pleno siglo XXI,
qué tanta verdad hay en ello? Me puse a pensar en las leyes que se han dictado
desde la constitución del 91 y a hoy van 2061, es decir un promedio de 687 por
año y de ser cierto el aserto legal todos deberíamos conocerlas para no
excusarnos en su cumplimiento, o al menos para saber a qué atenernos. Lo sé, la
mayoría son babosadas: que se declara patrimonio nacional cualquier pendejada,
que se rinden honores a cualquier difunto que tuvo la palanca para que
propusieran la ley respectiva, que la nación se une en cualquier efeméride, se
hace canto a la bandera por cualquier cosa, (como por ejemplo la 2057 de este
año, por la que se declara al yipao y a la cultura yipera como
patrimonio cultural integrante del paisaje cultural cafetero, sin saber que
es paisaje cultural y que un jeep sea alabado hasta llegar al rango de ley!
Todo envuelto en labia grandilocuente); o esta otra joya, la 2074 para festejar
la operación jaque se señala el 2 de julio como el día de la Valentía y
Estrategia Militar Patria, durante el cual las máximas Autoridades
Administrativas del nivel Nacional y Territorial realizarán actos protocolarios
en los cuales se destaquen a los miembros de la sociedad cuyas acciones se
consideren valerosas y leales. Falta que con el tiempo se entregue la
medalla Uribe, pienso no sin ironía; y así, para no
seguir envenenándome. Para eso sirven los legisladores. Y si me retrotraigo a
las leyes del siglo pasado y las que subsisten del antepasado (por ejemplo, el
código civil), con un promedio bajito de 500 leyes anuales, durante cien años,
para contar nada más el siglo pasado, ya son bastantes como para ignorarlas,
aunque las ignoramos totalmente. Y aún así, dígase que más de la mitad ya están
desuetas, derogadas o modificadas, el número que queda es demasiado grande,
para un cristiano cualquiera.
Y ahora nada qué decir sobre los decretos, que en sentido
amplio fungen como leyes. Para ver su magnitud, basta con ver que durante 2019
se dictaron 2419 decretos, de toda especie, sin poder determinar a simple vista
cuales quedaron derogados, modificados, ampliados y, su mayoría, inservibles,
si se me pregunta. Un promedio de dos mil al año, durante 120 años, digamos que
el 80% ya no funcionan, pero el 20% nos obligaría y no podemos atenernos a
alegar su ignorancia, aunque ella sea total, lo he de confesar. Y los temas?
Para cuentachistes, para sonrojarse, para sentir vergüenza ajena, tal como pasa
con las leyes. Si se permite mi pesimismo irrefrenable en estas lides.
Afortunadamente la ignorancia de la ley si sirve de
excusa si se trata de normas de nivel departamental y municipal, siempre que
uno no viva en ese pueblo. De lo contrario, ni imaginármelo podría.
Entonces, la ignorancia de la ley no sirve de excusa y
menos en un país de leyes, lo que me hace sentir, he de confesarlo, más
confundido de conocerlas todas ellas, pues es de sentir popular que las leyes
se escriben con grandilocuencia que genere confusión e inmediata
interpretación, para que los que pueden, puedan hacerle el quite a lo que dice
la ley, en su beneficio. El resto? Que se joda, como siempre!
¿Por
qué hemos de estar siempre usando unos términos generales tan altisonantes como
vacíos de significado?
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