miércoles, 28 de octubre de 2020

LA IGNORANCIA DE LA LEY

             Existe un supuesto jurídico que enseña que la ignorancia de la ley no sirve de excusa, para nadie. El postulado, como ahora todo lo jurídico, se aplica dependiendo de quien lo dice y de quien lo recibe, es decir, como toda ley, todo depende y de allí que por eso no exista justicia y la ley… es otra cosa.

             Pensando en eso, en pleno siglo XXI, qué tanta verdad hay en ello? Me puse a pensar en las leyes que se han dictado desde la constitución del 91 y a hoy van 2061, es decir un promedio de 687 por año y de ser cierto el aserto legal todos deberíamos conocerlas para no excusarnos en su cumplimiento, o al menos para saber a qué atenernos. Lo sé, la mayoría son babosadas: que se declara patrimonio nacional cualquier pendejada, que se rinden honores a cualquier difunto que tuvo la palanca para que propusieran la ley respectiva, que la nación se une en cualquier efeméride, se hace canto a la bandera por cualquier cosa, (como por ejemplo la 2057 de este año, por la que se declara al yipao y a la cultura yipera como patrimonio cultural integrante del paisaje cultural cafetero, sin saber que es paisaje cultural y que un jeep sea alabado hasta llegar al rango de ley! Todo envuelto en labia grandilocuente); o esta otra joya, la 2074 para festejar la operación jaque se señala el 2 de julio como el día de la Valentía y Estrategia Militar Patria, durante el cual las máximas Autoridades Administrativas del nivel Nacional y Territorial realizarán actos protocolarios en los cuales se destaquen a los miembros de la sociedad cuyas acciones se consideren valerosas y leales. Falta que con el tiempo se entregue la medalla Uribe, pienso no sin ironía; y así, para no seguir envenenándome. Para eso sirven los legisladores. Y si me retrotraigo a las leyes del siglo pasado y las que subsisten del antepasado (por ejemplo, el código civil), con un promedio bajito de 500 leyes anuales, durante cien años, para contar nada más el siglo pasado, ya son bastantes como para ignorarlas, aunque las ignoramos totalmente. Y aún así, dígase que más de la mitad ya están desuetas, derogadas o modificadas, el número que queda es demasiado grande, para un cristiano cualquiera.

             Y ahora nada qué decir sobre los decretos, que en sentido amplio fungen como leyes. Para ver su magnitud, basta con ver que durante 2019 se dictaron 2419 decretos, de toda especie, sin poder determinar a simple vista cuales quedaron derogados, modificados, ampliados y, su mayoría, inservibles, si se me pregunta. Un promedio de dos mil al año, durante 120 años, digamos que el 80% ya no funcionan, pero el 20% nos obligaría y no podemos atenernos a alegar su ignorancia, aunque ella sea total, lo he de confesar. Y los temas? Para cuentachistes, para sonrojarse, para sentir vergüenza ajena, tal como pasa con las leyes. Si se permite mi pesimismo irrefrenable en estas lides.

             Afortunadamente la ignorancia de la ley si sirve de excusa si se trata de normas de nivel departamental y municipal, siempre que uno no viva en ese pueblo. De lo contrario, ni imaginármelo podría.

             Entonces, la ignorancia de la ley no sirve de excusa y menos en un país de leyes, lo que me hace sentir, he de confesarlo, más confundido de conocerlas todas ellas, pues es de sentir popular que las leyes se escriben con grandilocuencia que genere confusión e inmediata interpretación, para que los que pueden, puedan hacerle el quite a lo que dice la ley, en su beneficio. El resto? Que se joda, como siempre!

 

¿Por qué hemos de estar siempre usando unos términos generales tan altisonantes como vacíos de significado?[1]

Tomado de Google
https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn%3AANd9GcSmfOflewI6R7_lBNaFPZnMAsUWWtRV-C_DMw&usqp=CAU


[1] Donna Leon. Piedras ensangrentadas.

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