miércoles, 23 de diciembre de 2020

OTRO 24 DE DICIEMBRE

             Este es muy particular. Casi un año en encierro, unas festividades decembrinas que ni siquiera se han notado, novenas que ya no se ven, ventanas festivas que se han ido evaporando, sensación de diciembre evaporada.

 

            En mi caso son 65 diciembres, entrado en lo que ya llaman seriamente el adulto mayor, ahora difamado con aquello de estar ya en población vulnerable.

 

            Me pregunto cuándo pasaron. Fue imperceptible el paso, silencioso, sin hacerse notar, solo delatables por la multitud de canas y de arrugas. Me pregunto cuándo empecé a caminar más lentamente, a agacharme a recoger algo en tres tiempos, a cansarme más rápidamente, a volverme crítico como aquellos viejitos que en mi juventud veía tan criticones. Sin mencionar, claro está, la necesidad del pastillaje de viejitos, es decir las pepas del colesterol, de triglicéridos, para las agrieras, para el corazón, con sus sagradas horas de medicación.

 

            Cuándo pasaron esos años? Porque pasaron sin avisarme, sin prepararme para ese mañana que ya es hoy y de ese ayer juvenil ya no tengo recuerdos frescos, todos están amañados y acomodados, tal vez para… qué voy a saber yo, porqué se disfrazaron lo que debía mantenerse como recuerdo puro. Son muchos años, lo sé. Ya transité en cada época lo que debía caminar, bien o mal, pero son mis pasos, hoy distorsionados con el ayer, lo reconozco. Sólo las fotos, de seres hoy irreconocibles, son los auténticos testigos de cada paso dado, nadie más, porque aún los que en algún momento me conocieron sólo tienen un recuerdo borroso de lo que fui en ese momento.

 

            Pensamientos deprimentes? No, solo recuerdos surgidos por la edad, porque, como sea, la vida me ha tratado muy bien, en eso estoy agradecido. Son meros momentos de reflexión. Para recordarme, tal vez, dentro de diez años que pasaron esos años, lentamente y tampoco me di cuenta de su paso.

 

            A esta edad ya no hay lugar a lamentaciones, por eso dejo de escribir cartas al Niño Dios porque es poco lo que podría pedir, mucho por agradecer y los cielos solo están para los pedidos, solo a ellos se acude en esos momentos, espero que no sea mi caso, pues en tal situación, bastaría con decir que ya cumplí, que es hora.

 

            Como sea, del hiperactivo de ayer, poco queda; para ese atravesado que fui, quién sabe cuánto quede; del iluso juvenil, la vida me enseñó a aceptar lo que va viniendo. Y no crean que está escribiendo un depresivo, nada de eso, la idea no era esa, solo quería plasmar una vida, corriente, como la de cualquiera, pasando desapercibida, silenciosa, sin hacerse notar, pero reflejada en el espejo, el cual, en cualquier caso, no miente, así se quiera ocultar ante unos ojos reflejados.

 

            Ya veremos lo que nos depara el mañana, siempre que se cierre este ciclo de encierro, que según veo, nos tomará un año más, espero que seamos libres en la próxima navidad.

—Supongo que porque me gusta el pasado —dijo—. Leer sobre otros tiempos nos enseña que, en realidad, a pesar de que han pasado siglos desde entonces, no hemos cambiado tanto. [1]

Foto JHB (D.R.A.)


[1] Donna Leon. Muerte entre líneas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario