lunes, 12 de abril de 2021

ENSIMISMAMIENTO

 -          Me estás oyendo? Dijo ella.

 

Hubiera querido ser un pájaro y verme volar por la infinidad de los cielos, como Juan Salvador Gaviota, entregado a la paz, los vientos, el sol, la distancia, la soledad, la libertad.

 

Recuerdo estar en kínder, mi puesto daba contra el ventanal y desde allí podía ver cómo iniciaba la montaña cubierta de eucaliptos y frondosa naturaleza, toda ella ajena a la mano del hombre, mientras la profesora estaba recitando su letanía, a la que no le ponía atención, por estar soñando. Soñando con ser ese pájaro que se posa en alguno de esos grandes eucaliptos, rodeado de naturaleza, mientras en la distancia veo cómo unos niños, sentados en pupitres prestan atención a su profesora o eso aparentan.

 

Posado en una rama, buscando otra con mejor vista, pasando de rama en rama, despegando hacia los cielos y retornando a ese comienzo de bosque, húmedo, apenas iluminado por el sol, al ser las primeras horas de la mañana. La libertad de movimiento, no atado a un pupitre; la libertad de decisión, volar a cualquier lado, sin importar que la eme con la a es ma.

 

Ensimismado imaginando el vuelo entre las nubes, flotando con los vientos y sintiendo ese primer calor matinal que envuelve como un cariñoso abrazo, gozando el momento, disfrutando el panorama, la libertad plena, ensimismado en mí mismo, sin importar lo que nos rodea, porque todo lo que nos rodea es plenitud, sentida en su máxima expresión… Hernández, sigue con nosotros? Recuerdo haber oído. Y el automático respondiendo, sí, señorita, es lo que me devuelve a esta otra realidad.

 

… tás oyendo? Decía ella.

 -          , le respondía automáticamente, y entonces…? Logré balbucear.

 

Muchos años antes, se había preguntado cómo y cuándo uno se da cuenta de que ha envejecido, ahora quizás conocía la respuesta. Un día pensó en el pasado y le asaltó una gran melancolía. Ése debió de ser el momento preciso en el que se hizo viejo. Antes de entonces, los recuerdos sólo eran imágenes lejanas, más o menos difusas, un reguero de acontecimientos sin peso, pero después de aquel día se convirtieron en algo muy distinto, algo difícil de definir, a medio camino entre el consuelo y la resignación.[1]


Óleo sobre papel. JHB (D.R.A.)



[1] El comisario Bordelli. Marco Vichi.


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