lunes, 21 de junio de 2021

EN BÚSQUEDA DE LAS RAÍCES

             Viendo documentales y películas veo con curiosidad la necesidad que tienen ciertas etnias por conocer sus raíces, por saber de dónde vienen. Allá ellos, me digo, pero la inquietud me persigue, pues el saber de dónde vienen, en qué les modifica la vida? Los hará más o menos si llegan a saberlo? El saber que sus tatarabuelos fueron esclavos o indios, en qué modifica su situación actual, salvo en hacerlos más aprensivos respecto de los demás, a los que deberán terminar viendo como sus esclavistas y generarán una gota de odio hacia el prójimo que no tiene las mismas raíces. Ese puede ser un problema sociológico que rebota en lo sicológico, al sentirse menospreciados automáticamente, aunque solo sea en su imaginación.

 

            Entonces me pregunté si era aplicable a mi caso, el conocer mis propias raíces. Pensativo quedé. Afloraron las preguntas necesarias, qué raíces y qué importancia tenían para mí esas raíces, si las encontraba.

 

            No encontré respuesta, al parecer al ser una pregunta retórica, de las tantas que conviven en mí. No encontré respuesta, tal vez porque las raíces me han tenido sin cuidado. Sólo sé en dónde nací, en dónde me crie y en dónde he vivido. De dónde venían mi papá y mi mamá y mis abuelos y pare de contar.

 

            Mis raíces? Las paternas, sabaneras todas hasta donde he sabido y mi papá pregonaba sus orígenes chibchas. Las maternas se complicaban un poco, al ser una amalgama de nortesantandereano con italiano, desplazado éste de la Europa de inicios de siglo que no pudo retenerle por sus propias vicisitudes. Todo esa amalgama de ADN la estoy compartiendo, sin poder echar más atrás la historia. Y con eso es suficiente, una genética por demás un poco complicada.

 

            Y pienso en todos aquellos que están en búsqueda de sus raíces, realmente les interesa? Al menos esa parte de la historia a mí me tiene sin cuidado, pues lo importante es la historia que yo mismo construí y tal vez, digo tal vez, es mejor no conocerla, pues uno nunca sabe qué telarañas se puede encontrar en el camino. Y acaso no basta con la propia historia de uno, para qué echarse encima la carga de unos desconocidos que a pesar de ser de la familia simplemente eran eso, unos desconocidos. Reitero, no es suficiente con la historia propia o se necesita para poder jactarse de ella ante los demás, porque son raíces que no volverán, si es que alguna vez estuvieron.

 

—Es difícil desprenderse del pasado, sobre todo cuando el futuro resulta un poco incierto.[1]


Tomado de Facebook
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[1] Justicia divina. David Baldacci.

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