viernes, 11 de junio de 2021

NOCTURNOS

Es curioso, pero siempre me pasa. Cada noche, luego de jugar en el celular, viendo la televisión, sufriendo de esas apagadas de ojos momentáneas que se dan, que indican que es la hora de dormir, pero que obligatoriamente hay que acabar de leer en la Tablet la dosis de la noche, cuando los ojos ya no dan, presentándose los micro sueños nuevamente, es el momento en que nada más apagar la luz con la confianza de poder entrar en el entresueño para que luego lo conduzca a uno a un profundo sueño, resulta que no, que no es cierto, a pesar de los ojos agotados, somnolientos que infaliblemente dicen que es hora.

 

Y es entonces cuando la decisión está tomada y se arruncha para acariciar a Morfeo y de manera automática los ojos quedan sin gota de sueño. El sopor desaparece automáticamente y ya conociendo cómo es la mecánica, para obligarme a dormir y no pasar la noche en vela, me pongo a divagar ante la renuencia de poder quedar profundo. Y mientras el sueño subrepticiamente llega, son las pendejadas las que afloran en el pensamiento. Hasta me he obligado a pensar en el siguiente blog, suponiendo falsamente que lo voy a recordar al otro día. Pero llega el otro día y todo lo pensado quedó olvidado, ni siquiera una palabra de pista y pensar lo bonito que había quedado el discurso.

 

Es como una maldición, mientras se ve televisión a altas horas, comienza el cabeceo, se profundiza un sueño que parece dura milisegundos y ya decidido a no seguir en actividad, en pose de sueño o a modo de dormir, es cuando desaparece el cansancio y la adormilada y queda uno desprogramado.  Parece que es una maldición que hay que conjurar cada noche.

 

Y otra cosa curiosa es el sonido de las cosas en las noches, tan diferente al del día, siendo el mismo. Cuando las luces se han apagado, cuando el retozo ha cesado, cuando viene la calma, cualquier sonido generado, por simple que sea, explota a los oídos. Cuando las luces están apagadas y los silencios ya son generalizados y se acuerda uno de haber olvidado tomarse una pastilla o de no haber puesto el control del televisor en su sitio y se abre el cajón para buscar la pastilla o poner el control y el ruido que producen es todo un estruendo, que solo se oye en las medias noches, pero que alerta a los demás. Es tal el silencio habitual que la sola búsqueda en la penumbra retumba como imperativo que quisiera dejarse notar. Es como el inicio de un aguacero bajo una teja de zinc. Parece que es otra maldición con la que uno carga.

 

Y pensar que son solo cosas nocturnas, que pasan en el silencio de la noche.

 

Incluso Dios empieza a no escuchar. (Anónimo del siglo XXI)
Por tu bien, que cada noche te ilumine la luna, que no sientas nunca dolor, que todos los días te ilumine el sol, esto es lo que yo te deseo, desde hoy hasta que Dios quiera.[1]

                                                                                                    Óleo sobre papel, espátula. JHB (D.R.A.)


[1] De Grazia Deledda. Citado por Marco Vicchi. El recién llegado.

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