miércoles, 17 de noviembre de 2021

TRES MUNDOS

             Me desperté con una sensación de haber estado en otro lugar, otra vida, otra conciencia.

 

            Me desperté y luego de unos segundos, de esos segundos que requiere la conciencia para también despertar y ver el mundo real que le rodea, sentí brevemente el cortocircuito cerebral que distensiona y le da forma a la penumbra que hay entre el sueño y la vigilia, que permite recobrar la conciencia de aterrizar en el mundo de la realidad, ese que cargamos durante el día, ese quehacer rutinario, de querer o de obligación.

 

            Y al reaccionar ante la luz que anuncia el amanecer, el despertar, el tener que continuar con la vida, quedé con la sensación de la noche transcurrida, de tratar de recordar lo ocurrido en ese otro mundo, el de los sueños, cuyo recuerdo confunde, como el sueño mismo, en donde todo son transparencias, imágenes, siluetas, en todas sus gamas, sus desvaríos y sus locuras, porque vaya incoherentes que son. Un curioso mundo que se lleva cerca de la tercera parte del día y que al parecer duran instantes, a pesar de sus ocho horas de vida. Un mundo que por invisible e irreal deja dudas o certezas, todas ellas irreales.

 

            Y en un momento dado descubro el tercer mundo. El de la ensoñación, el de soñar despierto, el de estar sentado y ver cómo la conciencia se va evaporando a la par con la realidad y se mezcla en un mundo de pensamiento, porque solo es eso, a pesar de las imágenes, los deseos y anhelos que se hacen presentes, cuando no son las penurias y angustias que se dejan volar en él. Es un mundo de desconexión, con esta realidad, dicen que es de reflexión, pero más que nada es de ensoñación y como tal, demasiado vaporoso, pero revitalizante, si se le ve bien.

 

            Una misma realidad y tres versiones desencaminadas. Qué más puedo decir?

 

Se notaba el cerebro convertido en una espesa mermelada en cuyo interior los pensamientos apenas podían circular y a veces se quedaban atascados.[1]

Tomado de Facebook. Mafalda
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[1] Ardores de agosto. Andrea Camilleri.

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