Una retrospectiva de recuerdos felices. «Porque —hasta parecía una tontería pensarlo— la gente no saca fotos de los malos momentos. Y si lo hiciera, seguro que no las guardaría», reflexionó el hombre.[1]
Eso pensé yo, luego de leerlo, aunque parece
una tontería pensarlo y recordé todos los álbumes familiares, propios y
ajenos, que solo contienen fotografías de momentos alegres, de momentos de familia
o amistad, de reuniones en confianza, aún de las de oficina, siempre
compartiendo, recordando, festejando.
Recuerdo que en una época bien lejana se
acostumbraba, en un velorio, tener recuerdos del difunto en su última morada.
Fotos que se tomaban en la sala de la casa que era el lugar común para velar al
amortajado y de los momentos en la carroza fúnebre y en el mausoleo. Esa
costumbre la solían tener de nuestros abuelos para atrás, aunque con el tiempo,
no sé si por lo macabras que podían resultar, se fueron desvaneciendo hasta que
ya hace bastantes años la costumbre se desechó.
Y las fotografías solo reflejan buenos
momentos, los malos momentos parecen que están vetados. Estos comentarios
aplican a selfies, pues nadie se toma una foto de sus momentos depresivos,
tristes, acongojados, esos momentos no se pueden publicar en las redes, pues
qué dirá la gente, Dios mío.
Parece una tontería pensarlo, pero ahora solo mostramos una sola
cara de nuestra vida, supongo que la que produce envidia, pero así somos.
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