viernes, 18 de febrero de 2022

FOTOGRAFÍAS

 Una retrospectiva de recuerdos felices. «Porque —hasta parecía una tontería pensarlo— la gente no saca fotos de los malos momentos. Y si lo hiciera, seguro que no las guardaría», reflexionó el hombre.[1]

 

Eso pensé yo, luego de leerlo, aunque parece una tontería pensarlo y recordé todos los álbumes familiares, propios y ajenos, que solo contienen fotografías de momentos alegres, de momentos de familia o amistad, de reuniones en confianza, aún de las de oficina, siempre compartiendo, recordando, festejando.

 

Recuerdo que en una época bien lejana se acostumbraba, en un velorio, tener recuerdos del difunto en su última morada. Fotos que se tomaban en la sala de la casa que era el lugar común para velar al amortajado y de los momentos en la carroza fúnebre y en el mausoleo. Esa costumbre la solían tener de nuestros abuelos para atrás, aunque con el tiempo, no sé si por lo macabras que podían resultar, se fueron desvaneciendo hasta que ya hace bastantes años la costumbre se desechó.

 

Y las fotografías solo reflejan buenos momentos, los malos momentos parecen que están vetados. Estos comentarios aplican a selfies, pues nadie se toma una foto de sus momentos depresivos, tristes, acongojados, esos momentos no se pueden publicar en las redes, pues qué dirá la gente, Dios mío.

 

Parece una tontería  pensarlo, pero ahora solo mostramos una sola cara de nuestra vida, supongo que la que produce envidia, pero así somos.

 

Alguien que se pone a hablar de repente en sueños sólo puede decir cosas ciertas, la verdad que alberga en su interior; no recordaba haber leído que en sueños se pudieran decir mentiras, o una cosa por otra, porque mientras uno duerme está desprovisto de defensas, desarmado, es inocente como un niño.
Era de vital importancia no perderse las palabras de Livia, y por dos motivos. Uno de carácter general, dado que un hombre puede vivir cien años con una mujer, dormir a su lado, tener hijos con ella, respirar el mismo aire, creer que la conoce a la perfección, y al final comprender que nunca ha sabido cómo es realmente. El otro motivo era de carácter particular, circunstancial.[2]

Tomado de Facebook
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[1] Donato Carrisi. La chica en la niebla.

[2] La sonrisa de Angelica. Andrea Camilleri.

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