miércoles, 23 de febrero de 2022

PROTAGONISTAS INVISIBLES

             Algo me hizo recordar que somos protagonistas de la historia. Invisibles sí, pero de alguna manera participantes, generalmente indiferentes.

             La época de la guerrilla, la toma del Palacio de Justicia, bomba en el edificio del DAS, atentados por aquí y por allí, cercanos a los sitios que frecuentaba laboralmente. Luego la época de los narcos, en que cualquier moto pasaba al lado echando bala. Entierro de Galán. El asesinato de José Raquel Mercado (ya nadie le recuerda).

             Y anteriormente, la venida de Kennedy por allá en 1962. La de Pablo VI por allá en el 68.

             Todos hechos históricos que de cualquier manera fui testigo, cercano o un poco más alejado. Como la del paso de una Bogotá pueblerina a la gran ciudad que ahora es, con el nacimiento de los múltiples edificios que hoy nos rodean que ya superan los cincuenta años de construidos. Pasar de un aeropuerto en Techo a Eldorado, ya hoy moderno. La ciudad creció sin darme cuenta, como, sin darme cuenta, pasé de la vieja máquina de escribir a la eléctrica al ahora computador.

             Y así podría escribir sobre el testimonio que podría dar de todo lo que durante mi vida he visto, he oído, por ser testigo inmediato o no tan inmediato, pero al fin de cuentas testigo y solo hablo del testimonio de la historia que me rodeó durante los últimos sesenta años y nunca sentí que pude ser un testigo de ello, pues hasta ya los recuerdos de mi propia vida, de la que he sido testigo, inmediato, se han ido esfumando, sin saber que la historia pasó a mi lado y no me di cuenta.

             Y hoy, todos esos cambios generados, todos esos hechos ocurridos, se han evaporado y ni recuerdo fiel queda. Un lugar en que había puro potrero se convirtió en un barrio y el tiempo barrió con todos esos lugares y hoy solo se ve el progreso, si se puede llamar así, altos edificios, grande avenidas que ocupan el lugar de lo que alguna vez tuvo la posibilidad de un recuento histórico, que hizo que desaparecieran lo que eran, como si nunca hubieran existido. Y todo pasó bajo mis propias narices y no me di cuenta. 

EN TODOS LADOS

HAY CALLES,

QUE ESPERAN

VERTE PASAR.

HAY UNAS QUE NO CESAN

DE PREGUNTAR.

HAY OTRAS QUE SOLO

TIENEN RESPUESTAS,

QUE NO QUIERES ESCUCHAR.

CALLES A LAS QUE ES

TAN FÁCIL NO AMAR!

PERO HAY OTRAS CALLES QUE

SABEN CALLAR Y QUE

TOMAN PARA SÍ

TU SOLEDAD.

CALLES, PARA QUE CALLES

CALLES DONDE ES GRATO

REGRESAR![1]



[1] Ángela Botero.

Foto JHB (D.R.A.)

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