viernes, 25 de febrero de 2022

JUEGOS DE PODER

             Miraba a Putin, que siempre me ha llamado la atención. Es un tipo que se sabe camuflar, pero que en medio de su sonrisita bonachona, aparentemente, oculta a una persona criada con la KGB, hoy extinta pero no tanto.

             Se la sabe jugar. Con el Trumph lo intentó, a sabiendas que el gringo era un fantoche cobarde, pero loco y por eso no se animó mucho en las amenazas, porque no hay cosa más peligrosa que un cobarde loco. Y ahora lo intentó con el Biden, cobarde, también, pero no loco, por lo que, a pesar de tanta amenaza, se sintió el Putin con más fuerza, porque no hay peor cosa que cobardes que pretenden solucionar todo con la diplomacia (definida de tiempos atrás, como el arte de conseguir una cosa acudiendo a la mentira, sabiendo que ninguna de las partes dirá la verdad, se camuflarán en la mentira, aparentando sorpresa).

             Eso me llevó a pensar en mis tiempos lejanos de juventud, cuando las cosas se arreglaban a trompadas, a la salida del colegio. Se reunían los contrincantes y siempre empezaban, salvo algún loco atravesado que omitía el paso, gritándose mutuamente: dele usted primero a lo que el otro contestaba: no, usted primero. Y los primeros minutos de la contiendan se resolvían en tablas ante la imposibilidad de que alguno se atreviera a atacar al otro, como respuesta a la invitación. Y si el primero que se atrevía aceptaba la invitación, era el que ganaba, porque el otro quedaba aturdido al verse limitado al no haber sido el primer atacante. Hoy sigue lo mismo. Putin cumplió con todas las fases, intento de amenaza, retiro, amenaza y golpe a Ucrania, con excusas diplomáticas de que apoyaba a los segregacionistas atacados por un estado que les impide ejercer sus derechos. Y los demás aliados de la OTAN y de la órbita gringa con sus apoyos incondicionales a los gringos, que no hicieron nada ante el ataque, salvo amenazar con bloqueos, como si hubieran logrado con los bloqueos que durante más de cincuenta años han tenido con Cuba. Francia, Alemania, Bélgica, Unión Europea, con sus decisiones tibias de dele usted primero, a pesar de que ya el Putin les dio primero (nada más triste que ver las reuniones de Macron con Putin, este supo mantener la escenografía para dejar ver al francés como… no sé cómo, pero así lo dejó ver). Todos escudados en palabras y promesas fallidas, porque no tienen un líder con calzones. Y por su parte, los aliados de los rusos, China y Corea del Norte, aplaudiendo a Putin, porque si Putin logra obtener la victoria, ellos se sentirán respaldados para hacer lo suyo en el oriente. Aunque estos también tienen líderes al menos con más calzones que los occidentales. (Y no digo nada de los aliados de por estos lares, el Duque con palabras propias de la diplomacia rastrera y en Venezuela el Diosdado -vaya nombrecito!- con la verborrea propia de la izquierda recalcitrante.)

             Son solo pensamientos de un ignorante al que le gustaría conocer el perfil siquiátrico[1] de todos esos que se llaman líderes. Todos aparentan lo que no son, ocultan lo que realmente son y Dios nos libre de lo que el futuro depara.

 

Hipatia fomentaba la amistad entre todos ellos. Pero, por desgracia, comenzaba una de esas épocas en las que los moderados, los que prefieren la reflexión pausada, los conciliadores —aquellos a quienes los exaltados llaman tibios— son un blanco fácil, lejos de la protección de las filas cerradas.[2]

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