Miraba a Putin, que siempre me ha
llamado la atención. Es un tipo que se sabe camuflar, pero que en medio de su
sonrisita bonachona, aparentemente, oculta a una persona criada con la KGB, hoy
extinta pero no tanto.
Se la sabe jugar. Con el Trumph lo
intentó, a sabiendas que el gringo era un fantoche cobarde, pero loco y por eso
no se animó mucho en las amenazas, porque no hay cosa más peligrosa que un
cobarde loco. Y ahora lo intentó con el Biden, cobarde, también, pero no loco,
por lo que, a pesar de tanta amenaza, se sintió el Putin con más fuerza, porque
no hay peor cosa que cobardes que pretenden solucionar todo con la diplomacia
(definida de tiempos atrás, como el arte de conseguir una cosa acudiendo a la
mentira, sabiendo que ninguna de las partes dirá la verdad, se camuflarán en la
mentira, aparentando sorpresa).
Eso me llevó a pensar en mis tiempos
lejanos de juventud, cuando las cosas se arreglaban a trompadas, a la salida
del colegio. Se reunían los contrincantes y siempre empezaban, salvo algún loco
atravesado que omitía el paso, gritándose mutuamente: dele usted primero a lo
que el otro contestaba: no, usted primero. Y los primeros minutos de la
contiendan se resolvían en tablas ante la imposibilidad de que alguno se
atreviera a atacar al otro, como respuesta a la invitación. Y si el primero que
se atrevía aceptaba la invitación, era el que ganaba, porque el otro quedaba
aturdido al verse limitado al no haber sido el primer atacante. Hoy sigue lo
mismo. Putin cumplió con todas las fases, intento de amenaza, retiro, amenaza y
golpe a Ucrania, con excusas diplomáticas de que apoyaba a los segregacionistas
atacados por un estado que les impide ejercer sus derechos. Y los demás aliados
de la OTAN y de la órbita gringa con sus apoyos incondicionales a los gringos,
que no hicieron nada ante el ataque, salvo amenazar con bloqueos, como si hubieran
logrado con los bloqueos que durante más de cincuenta años han tenido con Cuba.
Francia, Alemania, Bélgica, Unión Europea, con sus decisiones tibias de dele
usted primero, a pesar de que ya el Putin les dio primero (nada más triste que
ver las reuniones de Macron con Putin, este supo mantener la escenografía para
dejar ver al francés como… no sé cómo, pero así lo dejó ver). Todos escudados
en palabras y promesas fallidas, porque no tienen un líder con calzones. Y por
su parte, los aliados de los rusos, China y Corea del Norte, aplaudiendo a
Putin, porque si Putin logra obtener la victoria, ellos se sentirán respaldados
para hacer lo suyo en el oriente. Aunque estos también tienen líderes al menos
con más calzones que los occidentales. (Y no digo nada de los aliados de por
estos lares, el Duque con palabras propias de la diplomacia rastrera y en
Venezuela el Diosdado -vaya nombrecito!- con la verborrea propia de la
izquierda recalcitrante.)
Son solo pensamientos de un
ignorante al que le gustaría conocer el perfil siquiátrico
de todos esos que se llaman líderes. Todos aparentan lo que no son, ocultan lo
que realmente son y Dios nos libre de lo que el futuro depara.
Hipatia
fomentaba la amistad entre todos ellos. Pero, por desgracia, comenzaba una de
esas épocas en las que los moderados, los que prefieren la reflexión pausada,
los conciliadores —aquellos a quienes los exaltados llaman tibios— son un
blanco fácil, lejos de la protección de las filas cerradas.
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