lunes, 21 de febrero de 2022

UNA HOJA EN BLANCO

                 El ejercicio lo he hecho, en muchos casos para escribir en este blog, cuando no tengo tema y me propongo escribir, sandeces y pendejadas, de las que se me ocurren (como la de ahora).

                 Pero el punto es que resulta un reto para cualquiera ponerse en la tarea de tener frente a sí una hoja en blanco y un lápiz (léase teclado, si se quiere) y decidirse a escribir algo sobre ese papel (léase pantalla más teclado, si se quiere), es como si la mente se bloqueara automáticamente y solo surge la pregunta: pero sobre qué escribo?

                 Y el reto se hace más difícil si la tarea es escribir sobre ese blanco (papel o pantalla, como se quiera) y que digan: escriba algo sobre usted, o defínase, o descríbase (últimas que al ser oídas resultan hasta ofensivas). Y la mente se pone en blanco y solo surge una pregunta: Y qué puedo escribir sobre mí?

                 Pero si es imposición, la mente se bloquea aún más, pues el pensamiento resultante, se quiera o no, se exprese o se oculte, es qué quieren oír sobre mí. Qué quieren saber sobre mí (omitiendo el pensamiento de que qué quieren que escriba un anónimo intrascendente como yo?). Y al verse sometido a escrutinio, los mecanismos de defensa solo llevarán a escribir, forzados, todo aquello que los sicólogos dicen son fortalezas y se escribirá alguna que otra cosa que los sicólogos llaman debilidades, para no parecer pretencioso, porque nadie está dispuesto a dejarse ver como se es por ese escrutinio que le saca del cómodo anonimato en que se vive.

                 Así es, para qué nos decimos mentiras, pues en últimas ni uno mismo tiene conversa para mantener con uno mismo y menos para decirse las verdades que no quiere oír.

                 Por eso, no hay peor ejercicio que le pueden poner a uno a hacer que escribir en una hoja en blanco para que hable sobre sí mismo y además uno lo siente ofensivo, pues con qué derecho se meten en los misterios de la mente de un anónimo intrascendente.

                 Ahí les dejo esa incómoda pregunta.

¿Sería posible que en la vida nunca se pudiera terminar de decir mentiras?[1]

Tomado de Facebook
272980140_421858766403213_1918683707976013126_n



[1] El campo del alfarero. Andrea Camillieri.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario