Proletarios del mundo. La tarareada frase que llena la boca de hermandad, de odio o lastimero recuerdo tanto a socialistas, comunistas y demás proletarios que sueñan con la redención de la humanidad, tanto como la sueñan los terraplenistas.
Proletario,
según Wikipedia: Proletariado es el término utilizado para
designar a la clase social que, en el modo de producción capitalista, carece de
capital, control sobre los medios de producción y sobre la distribución, y se
ve en la necesidad de arrendar su fuerza de trabajo a cambio de un salario. De esa manera vista, todos somos proletarios, trabajadores,
burócratas o no, todos lo somos o lo hemos sido, desde el portero hasta el
gerente (pues éste careciendo del capital se vende a cambio de un sueldo, o
no?).
Pero dejemos así la cosa. Quiero
centrarme en la palabra misma: proletario. Una palabra que pretende abarcar
tanto que no abarca nada, tanto como un llamado a la igualdad como un apelativo
despectivo. Proletarios del mundo: uniso (dice un grafiti que recordé,
dicho por un disléxico). Qué se quiere significar, qué abarca la palabra, qué
objetivo tiene, cuál el alma de la palabra misma?
No le encuentro respuesta a tanta
inquietud (es un decir, porque realmente la palabreja me tiene sin cuidado,
solo otro momento retórico en que me encontraba). Y en ese mismo sentido
recordé otra que, para mí, tiene un sinsentido: los de la primera línea, que no
dicen nada tratando de decir algo pero que a mi cabeza solo llega el sonido de
la hamponería, de lo salvaje, de los saqueadores, así quieran hacerlos
viceministros (que ya es el colmo).
Y ya que me despaché con esos dos
terminachos, para equilibrarme -mentalmente- están palabras más que dicen mucho
al no decir nada como capitalista, socialista, godo, verde o liberal, que
tratan de enmarcarse en un objetivo, una ideología que hoy se ha desvanecido,
llegándose a parecer todos a todos, hasta en sus discursos, con la variación de
las debidas palabras. Aunque todos son en realidad una masa.
Y he dicho.
El individuo no es una unidad
irrepetible, sino un concepto que se suma y forma la masa, que sí es real.[1]
(Qué ironía,
me digo).
[1] El hombre que amaba los perros. Leonardo
Padura.
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