lunes, 25 de marzo de 2024

DOS SUEÑOS

                 Consecutivos, he de aclarar, uno tras otro o una noche y la otra, como se prefiera. Me llamaron la atención al ver que podían delatar lo que podría ser una parábola[1], me digo y guardadas proporciones aclaro.

 

                En la una me veía en conversación con otros, que a la larga eran mi mismo yo, una especie de esquizofrenia supongo (o sicosis o bien trastorno de personalidad múltiple, qué sé yo), en que los varios personajes intervinientes, si mal no recuerdo todos en un bus, recibían órdenes y el yo que no aparecía en el cuento las daba a los otros yo que sí aparecían de cuerpo presente, pero ajenos, quienes portaba sierras de podar y a cada orden mía cortaban un brazo por allí, una cabeza por allá, eran obedientes, concluí, no discutían, simplemente obedecían. Eso es todo lo que recuerdo pues el final se desvaneció con el despertar.

 

                En la siguiente noche me veía dando órdenes por interpuesta persona, como si fuera una marioneta de mí mismo, manejaba mis propios hilos, en cuerpos ajenos, no sé si como una escena vista desde afuera y continuación del sueño de la noche anterior. Este sueño se difuminó de tal manera que no recuerdo ni la trama ni la conclusión.

 

                Un ejercicio para algún siquiatra que ande desocupado, revelador de esa otra cara que tenemos oculta, bien oculta, pero no tan oculta que impida que salga en algún momento. Eso me llevó a pensar en que hubiera sido un buen espía, un razonable nazi, un servidor de los servicios de inteligencia, de cualquier país, porque en todos se cuecen habas. Y esa maldad que se oculta en cualquiera de esos oficios termina siendo tergiversada por uno mismo bajo argumentos de servir a un bien mayor y por tanto no imputable como maldad propia del ser humano, exculpante de actos perversos.

 

                Supongo que aduje la palabra parábola pretendiendo que contiene una verdad espiritual no tan buena como debería ser.

 

Sintió un escalofrío. Comprendía lo que generaba atrocidades como la de Villefranche[2] y que en pleno siglo XX siguiesen perpetrándose en el mundo barbaridades así. Era consciente de la crueldad congénita del género humano y de que frente a tantos actos de barbarie de nada servían la valentía y la bondad.[3]

Tomado de Facebook
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[1] Las parábolas de Jesús son aquellas breves narraciones dichas por Jesús de Nazaret que encierran una educación moral y religiosa, revelando una verdad espiritual de forma comparativa. La parábola es un relato religioso corto que es fácil de comprender y brinda verdad espiritual.

[2] Cuando me referí al ficticio pueblo francés de Villefranche d’Albarede lo hice pensando en el pueblo de Oradour-sur-Gláne que sufrió el ataque de la Tercera Compañía del Regimiento «Der Führer» de las SS. En la tarde del 10 de junio de 1944, la Tercera Compañía —«Das Reich»— entró allí y obligó a los vecinos a concentrarse en la plaza. Metieron en la iglesia a las mujeres y a los niños y con los hombres hicieron grupos que fueron conducidos a diversas granjas y otras instalaciones de las afueras. Los mataron a todos.Se hizo un recuento de seiscientas cuarenta y dos víctimas, pero se calcula que aquel día perecieron unas mil personas aunque sólo se logró identificar cincuenta y tres cadáveres. Un niño de Lorena que había visto las atrocidades de las SS pudo escapar en el momento en que las tropas irrumpían en el pueblo, y en la granja de Laudy cinco hombres lograron salvar sus vidas saliendo a rastras del edificio en llamas y escondiéndose. De la iglesia escapó una mujer que saltó por una ventana tras hacerse la muerta junto al cadáver de su hijo. Los soldados fueron casa por casa sacando a enfermos y ancianos para fusilarlos y quemarlo todo. Los cadáveres fueron arrojados a fosas o pozos o introducidos en hornos de pan.El oficial al mando era el general Lammerding, el mismo que el 9 de junio ordenó en Tulle la muerte de noventa y nueve rehenes, responsable también del genocidio de Oradour. Al final de la guerra, Lammerding fue capturado por los ingleses, quienes se negaron a extraditarlo a Francia, pero le permitieron regresar a Dusseldorf donde dirigió una boyante empresa hasta 1971, año de su muerte. El jardín de las sombras. Ian Rankin.

[3] El jardín de las sombras. Ian Rankin

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