Consecutivos, he de aclarar, uno tras otro o una noche y la otra, como se prefiera. Me llamaron la atención al ver que podían delatar lo que podría ser una parábola[1], me digo y guardadas proporciones aclaro.
En la una me veía en
conversación con otros, que a la larga eran mi mismo yo, una especie de
esquizofrenia supongo (o sicosis o bien trastorno de personalidad múltiple, qué
sé yo), en que los varios personajes intervinientes, si mal no recuerdo todos
en un bus, recibían órdenes y el yo que no aparecía en el cuento las daba a los
otros yo que sí aparecían de cuerpo presente, pero ajenos, quienes portaba
sierras de podar y a cada orden mía cortaban un brazo por allí, una cabeza por
allá, eran obedientes, concluí, no discutían, simplemente obedecían. Eso es
todo lo que recuerdo pues el final se desvaneció con el despertar.
En la siguiente noche me veía
dando órdenes por interpuesta persona, como si fuera una marioneta de mí mismo,
manejaba mis propios hilos, en cuerpos ajenos, no sé si como una escena vista
desde afuera y continuación del sueño de la noche anterior. Este sueño se
difuminó de tal manera que no recuerdo ni la trama ni la conclusión.
Un ejercicio para algún
siquiatra que ande desocupado, revelador de esa otra cara que tenemos oculta,
bien oculta, pero no tan oculta que impida que salga en algún momento. Eso me
llevó a pensar en que hubiera sido un buen espía, un razonable nazi, un
servidor de los servicios de inteligencia, de cualquier país, porque en todos
se cuecen habas. Y esa maldad que se oculta en cualquiera de esos oficios
termina siendo tergiversada por uno mismo bajo argumentos de servir a un bien
mayor y por tanto no imputable como maldad propia del ser humano, exculpante de
actos perversos.
Supongo que aduje la palabra
parábola pretendiendo que contiene una verdad espiritual no tan buena como
debería ser.
Sintió
un escalofrío. Comprendía lo que generaba atrocidades como la de Villefranche[2]
y que en pleno siglo XX siguiesen perpetrándose en el mundo barbaridades así.
Era consciente de la crueldad congénita del género humano y de que frente a
tantos actos de barbarie de nada servían la valentía y la bondad.[3]
[1] Las parábolas de Jesús son aquellas breves narraciones
dichas por Jesús de Nazaret que encierran una educación moral y religiosa,
revelando una verdad espiritual de forma comparativa. La parábola es un relato
religioso corto que es fácil de comprender y brinda verdad espiritual.
[2] Cuando me referí al ficticio pueblo francés de
Villefranche d’Albarede lo hice pensando en el pueblo de Oradour-sur-Gláne que
sufrió el ataque de la Tercera Compañía del Regimiento «Der Führer» de las SS.
En la tarde del 10 de junio de 1944, la Tercera Compañía —«Das Reich»— entró
allí y obligó a los vecinos a concentrarse en la plaza. Metieron en la iglesia
a las mujeres y a los niños y con los hombres hicieron grupos que fueron
conducidos a diversas granjas y otras instalaciones de las afueras. Los mataron
a todos.Se hizo un recuento de seiscientas cuarenta y dos víctimas, pero se
calcula que aquel día perecieron unas mil personas aunque sólo se logró
identificar cincuenta y tres cadáveres. Un niño de Lorena que había visto las
atrocidades de las SS pudo escapar en el momento en que las tropas irrumpían en
el pueblo, y en la granja de Laudy cinco hombres lograron salvar sus vidas
saliendo a rastras del edificio en llamas y escondiéndose. De la iglesia escapó
una mujer que saltó por una ventana tras hacerse la muerta junto al cadáver de
su hijo. Los soldados fueron casa por casa sacando a enfermos y ancianos para
fusilarlos y quemarlo todo. Los cadáveres fueron arrojados a fosas o pozos o
introducidos en hornos de pan.El oficial al mando era el general Lammerding, el
mismo que el 9 de junio ordenó en Tulle la muerte de noventa y nueve rehenes,
responsable también del genocidio de Oradour. Al final de la guerra, Lammerding
fue capturado por los ingleses, quienes se negaron a extraditarlo a Francia,
pero le permitieron regresar a Dusseldorf donde dirigió una boyante empresa
hasta 1971, año de su muerte. El
jardín de las sombras. Ian Rankin.
[3] El jardín de las sombras. Ian Rankin
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