Es mi sombra. Me sigue a todos lados.
En el día, si está soleado, se deja
ver. En las noches, si no hay luces, se mantiene ahí, oculto en las sombras. Aunque
no está, sí que me sigue y yo, simplemente le ignoro, pues no vale la pena seguirle
el juego, pues no se sabe con qué cosas saldrá, vergonzosas, supongo.
Cuando me levanto al entrar al baño,
su reflejo en el espejo se hace patente, se hace evidente, se quita la máscara de
sombra y se deja ver, tal cual es, como yo. Y veo en sus ojos un dejo, un dejo que
insinúa que soy yo el que le rehúyo, el que no le acepta y él sonríe irónicamente
y de soslayo me dice que yo soy su sombra y que me ha descubierto.
Se sonríe sin sonreír, pero esos
ojos me dicen que yo soy su sombra y que no tengo escapatoria.
—Uno
nunca es consciente de la suerte que tiene —sentenció Rebus[1].
No hay comentarios.:
Publicar un comentario