viernes, 31 de enero de 2025

CHISMOSO YO?

                Será que el chisme es una de las virtudes que posee el hombre, entendida como la modernidad lo indica, es decir dicho sarcástico de mi parte. Pero he de reconocer que uno es chismoso en determinada medida o si no que tire la primera piedra quien crea que no lo es, que no lo ha sido, ni que lo será.

                Pero tratándose de chismes históricos, mi proclividad es mayor y es mayor a medida del ataque a ciertas historias que con la edad he dejado de creer y ahí es donde llamo en mi auxilio al chisme, pues puedo decir que no me lo inventé yo, que yo no lo dije (pero le repetí sin querer queriendo y eso es parte de la esencia del chisme, aclaro).

                Dentro de mis lecturas encontré una serie de preguntas que alguien se atrevería a hacer si no fuera por el temor a la excomunión, de donde se verá que el chisme es de tipo religioso.

                El primer ejemplo, Nazareth no existía en tiempos del Maestro. Y viene el chisme: Las ciudades más importantes de Galilea eran Tiberíades, la capital, Cafarnaúm (donde Jesús desarrolló gran parte de su actividad) y Séforis. A escasos kilómetros de esta última estaría Nazaret, el supuesto pueblo natal de Jesús que, en realidad, no existió. ¿Cómo que no existió? ¿Entonces por qué lo ponen en los mapas y por qué lo mencionan a cada paso los Evangelios? Todo tiene su explicación.  Nazaret sólo se menciona con este nombre a partir del siglo IV. Holley señala que jamás se menciona «en el Antiguo Testamento, ni en el historiador Flavio Josefo ni en los primeros mapas de Tierra Santa». El Nazaret actual es una población cercana a la antigua Séforis que ya contaba con cierta población en el siglo I. Su nombre podría ser una invención cristiana posterior. De hecho, la actual Nazaret está cerca del Monte Carmelo, lo que induce a sospechar que sea una creación de los carmelitas, un pia fraus, una mentira piadosa, para aproximar la patria de Jesús a su convento mayor.[1] Quién lo creyera, hasta una nimiedad sin importancia fue manipulada, vaya, vaya, me digo.

                Y ya que les picó la curiosidad, va el siguiente. Jesús analfabeto? Nadie lo creería, aunque por el solo hecho de ser hijo del Señor ya el título lo convalida todo. Pero bueno, dice mi lectura: En el que se habla de Jesús, la figura más importante de esta historia (y de toda). En este contexto, algo confuso como vemos, hay que señalar el paso por el mundo de nuestro dulce Jesús, la primera figura de la religión cristiana. Jesús hablaba arameo, la lengua de Israel, emparentada con el hebreo. Es posible que también chapurreara algo de griego, porque Galilea, su patria chica, estaba muy helenizada (el helenismo era la cultura internacional de los dominadores romanos). En cuanto a la escritura, casi todos los hipercríticos coinciden en afirmar que probablemente era analfabeto, como la inmensa mayoría de sus contemporáneos. Ya sé que cuesta admitir que todo este tinglado de la Iglesia provenga de alguien que ni siquiera tenía el graduado escolar, pero estas incoherencias hay que juzgarlas en su contexto: estamos hablando de una época en que la gente se movía por el mundo con menos papeles que una liebre. Dicho esto, y en honor a la verdad, hemos de consignar que no faltan indicios conducentes a demostrar que, después de todo, Jesús fuese más leído y escribido de lo que se supone: durante el Concilio de Roma del año 745, el papa San Zacarías leyó ante los cardenales y obispos una carta de Jesucristo que había caído del cielo y que el arcángel san Miguel había recogido y entregado al obispo alemán Edelberto. No fue ésta la única misiva emitida por Jesucristo desde la estafeta celestial: el cabecilla de la denominada «cruzada de los niños», Pedro el Ermitaño (1050-1115), mostraba a sus seguidores una carta que Jesucristo le había entregado en el Santo Sepulcro de Jerusalén. A Jacobo Maestro de Hungría (1190-1251), organizador de la Cruzada de los Pastores, le entregó la Virgen una carta que no lograba leer (no sabía arameo). Lo único objetable es que, incluso si admitimos a un Jesús celestial leído y escribido, eso no demuestra que no fuera analfabeto en la Tierra. Concedamos por una vez a los hipercríticos el beneficio de la duda. Tiempo le ha sobrado a Jesús, desde luego, para obtener el graduado escolar, aunque sea en los cursos de educación a distancia (mucha distancia, sin duda, tratándose del cielo, situado en el lugar más remoto de la supermegaestratosfera, más allá de las puertas de Tannhäuser). Por otra parte, reintegrado en la Santísima Trinidad, como Dios que es (Su Segunda Persona), Jesús reúne vastísimos conocimientos por ciencia infusa (omnisciente) y nada se le oculta, idiomas incluidos.[2]

                Y entonces, hablando del chisme que en muchos casos se usa como zancadilla para hacer quedar mal a alguien, es decir, humillarlo públicamente, eso hace que nos acerquemos a los saduceos (los judíos tampoco se salvan, como se ve), algunas veces el tiro sale por la culata, como en lo siguiente. Los saduceos eran discípulos de Sadoc, erudito judío del siglo –III que negaba la inmortalidad del alma, un dogma fundamental de los cristianos. Una vez quisieron enredar a Jesús con una pregunta capciosa: «Maestro, a ver si nos despejas una duda: una mujer que se ha casado de nuevo después de enviudar ¿de quién será esposa cuando los muertos resuciten?» Jesús, sin inmutarse, respondió: «Los resucitados no tendrán esposa ni marido, serán como ángeles del cielo» (Mc. 18, 27; Mt. 22, 23). ¡Planchados los dejó! Esa argucia dialéctica se denomina trampa saducea, la pregunta que no se hace con sincera voluntad de saber, sino para que el interlocutor se perjudique tanto si responde en un sentido como en otro. La usan mucho los políticos, incluso los de ingenio más romo, que son casi todos, y conste que no señalo a nadie. Aquellos infelices saduceos que quisieron confundir a Jesús se creían muy listos. Estaban lejos de sospechar que el que creían charlatán palurdillo recién llegado de Galilea (así lo veían ellos) era Hijo de Dios, nada menos, y les daba a todos cien mil vueltas.[3] 

 Perdonen la digresión, que es que uno se calienta y no sabe dónde frenar.[4]  (Tomo esas palabras como si fueran mías, es que caen como anillo al dedo).

 Y entonces, hablando de dioses y de esas épocas, el nuestro sí era botaratas: En este punto los neotestamentólogos podrán objetar que el propio Dios define la Tierra Prometida en términos más generosos en otro pasaje (ése es el mérito de la Biblia, que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido, lo contiene todo): «A tu descendencia doy esta tierra desde el torrente de Egipto hasta el gran río Éufrates: los quenitas, queniceos, cadmonitas, hititas, periceos, refaimitas, amorreos, gonorreos, cananeos, guirgaseos y jebuseos», o sea le da la tierra con los pueblos que contiene. Todos esos pueblos han desaparecido, pero el de Israel se mantiene a pesar de los reveses de la historia, con un par. <<[5] Con razón los judíos se sienten dueños del mundo, aunque les hayan bajado los humos y se creen solo dueños de una parte, por eso será que se llama medio oriente.

 Lo mejor es cortar acá, pero el libro leído ha sido muy ilustrativo, pues a más de contener ciertos chismes, me ha hecho reír un buen rato y dudar, otro buen rato. En cualquier caso, un buen chisme ilustra. 

«Mi querida joven —le dijo un día, muy al principio de trabar relación con él—, no debes pedir respuestas, ni hechos, ni dogmas, como los que dicen vuestros sacerdotes que son aquello en lo que habéis de creer. Ser sufí es estar siempre en camino, sin contar nunca con llegar. El viaje lo es todo».[6]

Foto JHB


[1] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

[2] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

[3] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

[4] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

[5] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

[6] El otro nombre de Laura. Benjamin Black.


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