Pasé una
grata noche, de buenos sueños, de descanso imperturbable y con un final de
sorpresa inimaginable.
Tuve varios
sueños, eso sé, porque sin ser consciente, pero tal vez siéndolo, cada vez que
daba una vuelta, por cansancio de posición, supongo, de derecha a izquierda y
viceversa, sabía que la temática variaba a lo largo de la noche.
El último,
cuya durabilidad está en entredicho, fue acogedor, limpio, suave, apaciguado.
Me
encontraba en una esquina de una ciudad, cualquiera podría haber sido, pienso
ahora. Una esquina con varias bifurcaciones, todas ellas en diagonal. En cada
esquina de bifurcación el respectivo edificio triangular cuyo ápice
desembocaba en la calle misma. El día soleado, bastante soleado y algunas
esquinas reflejaban la sombra de los consiguientes edificios; por ellas
calcularía que era ya aproximándose el atardecer o al menos eso predecían sus
sombras sobre la calle en la que me encontraba.
Apacible el
lugar, a pesar de ser una calle céntrica de cualquier ciudad, sin tránsito,
como de domingo. Me sentía tranquilo, con la conciencia tranquila, sosegada,
plácida. Curiosamente creo recordar que estaba solo, disfrutando del momento,
aunque como sueño que era, aparentemente había gente a mi alrededor, en una
situación similar a la mía, sin que ninguno fuera consciente de la existencia
de los demás, apenas se percibían.
Solo debía
pasar la calle y sabía que allí encontraría la felicidad plena, la anhelada, la
esperada, ese era el sentimiento que me cobijaba en ese momento. Pero me
entretenía viendo cómo los demás pasaban, seguían su camino y ninguno
retornaba, lo que me llamaba la atención. Sus caras delataban el deseo de
tranquilidad, de felicidad.
Y al pasar
la calle y llegar al andén iban desapareciendo, sin que la situación implicara
temor alguno, más bien sosiego para cualquiera que pudiera estar observándolos.
Todo invitaba a pasar la calle.
Y en un
momento de epifanía tuve conciencia de que todos ellos estaban pasando a otro
plano, llámese como quiera que se quiera (cielo, trascendencia, paraíso, edén)
y sentía que era el lugar anhelado por mí, por todos ellos, por todos nosotros.
Comencé a
cruzar la calle, con la tranquilidad de la conciencia tranquila insisto, me
sentía feliz, realizado, pleno y… desperté, inicialmente maravillado, pero
luego, al tomar conciencia del despertar, desilusionado al ver que no había
logrado pasar la calle, algo frustrante, me digo ahora.
Pero así
son los sueños, que se le puede hacer!
Lo
imposible debe ser soñado primero, para algún día hacerlo realidad.
Tomado de Facebook
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